martes, 9 de julio de 2013

Epicuro y las Adicciones

Este filósofo griego nació en Samos en el 341 a.C. y murió en Atenas el 270 a.C. Su filosofía estaba basada en la búsqueda del placer, el cual debería ser dirigido por la prudencia. Se manifestó en contra del destino, de la necesidad y la fatalidad.
Decía que el placer es el principio y fin del vivir feliz. Pues lo hemos reconocido como bien primero y connatural y de él tomamos el punto de partida en cualquier elección y rechazo y en él concluimos al juzgar todo bien con la sensación como norma y criterio. Y puesto que es el bien primero y connatural, por eso no elegimos cualquier placer, sino que hay veces que soslayamos muchos placeres, cuando de  éstos se sigue para nosotros una molestia mayor. Muchos dolores consideramos preferibles a placeres, siempre que los acompañe un placer mayor para nosotros tras largo tiempo de soportar tales dolores. Desde luego todo placer, por tener una naturaleza familiar, es un bien, aunque no sea aceptable cualquiera. De igual modo cualquier dolor es un mal, pero no todo dolor ha de ser evitado siempre. Conviene, por tanto, mediante el cálculo y la atención a los beneficios y los inconvenientes juzgar todas estas cosas, porque en algunas  circunstancias nos servíamos de algo bueno como un mal y, al contrario, de algo malo como un bien.
Es sabido que cuando vivimos experiencias agradables, nos divertimos, reímos o tenemos relaciones sexuales satisfactorias, nuestra área tegmental ventral (ATV) libera dopamina (DA) en las sinapsis que se establecen con las neuronas del núcleo accumbens (NAc) y la respuesta de estas neuronas receptoras nos da sensación de placer, lo que comprueba desde las neurociencias que la aseveración de Epicuro en relación a que el placer es connatural al ser humano es cierta.
Sin embargo, no es menos cierto, lo que también sostiene Epicuro, que ciertos placeres pueden conducirnos a males mayores, por lo que hay que tener en cuenta que nuestros estados de placer fisiológico pueden llegar a ser multiplicados tremendamente por efectos de sustancias adictivas, rompiendo el equilibrio, y esto a la larga repercute de forma muy negativa ocasionándonos una molestia mayor.  
Al hablar de adicciones no solo nos referimos a sustancias que la producen sino también de situaciones adictivas como la gula, la ludopatía, las compras compulsivas, la adicción a internet, a los teléfonos móviles, los ordenadores y los videojuegos. La dopamina interviene en el procesamiento de la información relacionada con la recompensa, ya sean recompensas naturales o provocadas por sustancias adictivas. Este neurotransmisor facilita el aprendizaje relacionado con la recompensa y además el recuerdo del estimulo que se asocia con ella.
Nuestra memoria emocional también está implicada en la adicción. La adicción se produce tras una reincidencia en la situación y está influida por nuestra vulnerabilidad genética y por la influencia del entorno.
Así como la dopamina es fundamental para adquirir la conducta de consumo, el glutamato lo es para conseguir el control de la conducta de búsqueda. Ambos actúan de forma complementaria e interactúan entre sí.
El glutamato es el principal neurotransmisor cerebral excitador y también uno de los principales destructores de neuronas, sabemos que interviene en mecanismos de plasticidad sináptica, en las estructuras del hipocampo del sistema de recompensa, produciendo cambios en las espinas y en las arborizaciones dendríticas.
El glutamato condiciona que estímulos neutros inconscientes puedan provocar conductas de búsqueda sin que la persona sea consciente de ello, y por tanto esa falta de conciencia condiciona una menor capacidad de control sobre la situación y facilita las recaídas en la conducta adictiva.
Durante el consumo crónico se producen cambios neuroadaptativos y neuroplásticos que modifican la estructura y, por tanto, la función del cerebro adicto. La activación crónica de los receptores de dopamina D1 (activadores) se ha comprobado que condiciona la expresión de determinados, que podrían ser responsables del fenómeno de la tolerancia a las drogas de forma progresiva. Por ello se debe aumentar el consumo para obtener efectos similares.
La corteza prefrontal (CPF) es el centro responsable en la toma de decisiones, participa en la motivación y cuida de modificar nuestra conducta aprendida cuando valora que no resulta adaptativa. Así que nuestras funciones ejecutivas dependen de su buen funcionamiento. Sin embargo sus estructuras y buen funcionamiento se ven comprometidas en el abuso de drogas, sobre todo en la región orbital y ventro-medial, tanto por  el efecto dopaminérgico (hay un predominio de los receptores D1 sobre los D2 –inhibidores-), como por el efecto glutamatérgico añadido.
Se ha comprobado  que en los periodos de abstinencia se produce una hipofunción de la corteza prefrontal, sobre todo con afectación del cingulado anterior y de la corteza orbitofrontal, que incide en la dificultad en la toma de decisiones y la depresión.
Por todo lo anterior es importante recordar las enseñanzas de Epicuro que nos dice que es conviene, mediante el cálculo y la atención a los beneficios y los inconvenientes juzgar todas estas cosas, porque en algunas  circunstancias nos servíamos de algo bueno como un mal y, al contrario, de algo malo como un bien.

Referencias
Casafont, R. (2012). Viaje a tu Cerebro. Barcelona: Grupo Zeta.
García, C. (1983). Epicuro. Madrid: Alianza Editorial.


Dr. Félix Piñerúa Monasterio

jueves, 4 de julio de 2013

El Hipocampo y las Funciones Cognitivas

Ubicado en el lóbulo temporal, en la porción ventromedial, la cual es la corteza más vieja (arquicorteza y paleocórtex), la cual ha sido reconocida como componente del sistema límbico. Es una estructura implicada en el aprendizaje, en la memoria y en la neurogenesis, esta neurogenesis se correlaciona con la mejora memorística y de aprendizaje. Mostrando el hipocampo humano una gran capacidad plástica, de aprendizaje y de memoria.
Aunque la memoria no se puede considerar un proceso aislado: está íntimamente relacionada con los mecanismos neuronales de nuestro aprendizaje, y existen distintos factores que influyen cuando memorizamos. Existen algunos mecanismos que utilizan la asociación de nuestras vivencias para lograr la formación de nuevos recuerdos mediante el proceso selectivo y subjetivo de nuestra atención, de hecho la intensidad de nuestra experiencia influye en nuestros recuerdos.
Una hipótesis de memoria que involucra información hipocámpica se basa en el concepto de “mapa cognoscitivo”. Es decir se propone que la necesidad original de memoria es un mecanismo que proporcionara la habilidad de regresar a casa. Parece contener un mapa del mundo centrado  en comparación con el mapa egocéntrico que se encuentra en el lóbulo parietal posterior. La memoria declarativa creció y gran parte de ésta se basa en secuencias escalonadas de eventos similares a los experimentados durante las jornadas fuera de casa. Podría especularse que un papel del hipocampo es establecer relaciones entre varios estímulos como objetos, rostros, nombres, etc. Tanto así que el entorno modifica nuestro cerebro durante toda nuestra vida; si no fuera así, no podríamos formar nuestra memoria.
Cada vez que realizamos una evocación de nuestra memoria, hacemos una modificación o reconstrucción de la vivencia pasada, incorporando en ella las experiencias nuevas experimentadas posteriormente a la misma. Por este motivo podemos comprobar en ocasiones que recordamos sucesos de forma diferente a como lo recuerdan otras personas que vivieron nuestra misma experiencia. En esos procesos de evocación de memoria antigua, tanto podemos consolidarlas como borrarlas por completo.
El entorno tiene una gran influencia en nuestra estructura antes de que empecemos a respirar. Los estímulos sensoriales que recibimos provocan que nuestro cerebro se modifique y con nuestro aprendizaje vamos construyendo, recordando y transformándonos a lo largo de toda nuestra vida
El aprendizaje y la memoria son adaptaciones de nuestros circuitos a nuestro entorno cambiante.
Aprender es adquirir nueva información, que podemos convertir en conocimiento y mantener a través de nuestro sistema de memoria.
El hipocampo, tiene un papel fundamental en estos procesos, participa en determinados tipos de memoria, en otros es el protagonista principal y parece fundamental su intervención en la consolidación de nuestra memoria junto con otras áreas corticales que lo rodean.
La memoria de trabajo es la información que mantenemos en la mente el tiempo suficiente para poder llevar a cabo acciones secuenciales por una necesidad inmediata. Además de la participación del hipocampo, hay otras estructuras implicadas en su formación, especialmente la corteza prefrontal (CPF). El hipocampo también participa en la memoria espacial; se cree que está especializado en la creación de un mapa espacial del entorno   el hipocampo humano se activa en situaciones que supongan una navegación virtual o imaginaria. Está implicado además  en la memoria de relación, que es la formada cuando todos los acontecimientos que ocurren en un momento determinado se almacenan relacionados entre sí; la información procesada por los sentidos penetra en el hipocampo y en la corteza contigua, creándose recuerdos de todo lo que tiene relación en ese momento preciso. La memoria donde el hipocampo tiene mayor protagonismo es la memoria declarativa o explícita.
La memoria declarativa normalmente está disponible para la conciencia y, en general, la no declarativa no lo está. Hay otra característica diferencial entre ambas, la declarativa es fácil de formar y también de olvidar; es el tipo de memoria que nos permite relacionar mentalmente la información para reconocer, deducir o inferir, y crear nuevos conocimientos; en cambio, la memoria implícita o no declarativa se forma mediante la practica o repetición, y es difícil que la olvidemos, son recuerdos inconscientes en los que se basan nuestros hábitos motores y mentales.
Nuestros recuerdos pueden almacenarse de forma frágil, pero nuestra memoria remota es mucho más consistente porque se almacena gracias a cambios estructurales en la neocorteza.
Los recuerdos declarativos se forman con cierta facilidad pero también pueden olvidarse fácilmente, a diferencia de lo que sucede con nuestra memoria procesal.
En un estado de estrés sostenido las neuronas de nuestro hipocampo son muy sensibles al exceso de cortisol que se produce y pueden llegar a morir. Entramos entonces en un ciclo vicioso de más respuesta de estrés, más liberación de cortisol, y más daño hipocámpico. Este proceso, si se mantiene en el tiempo, produce elevaciones de  CRH (hormona liberadora de corticotropina) sostenidas, que junto a una falta de inhibición del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal (EHHA) puede condicionar una vulnerabilidad ante los trastornos del estado de ánimo.
En lo psicopatológico se ha podido observar en esquizofrénicos y maniacodepresivos perdida de células en el hipocampo lo que podría ser un factor que contribuya en la fisiopatología de psicosis mayores.
El volumen hipocámpico disminuido se ha reportado también en otros desordenes psiquiátricos como depresión unipolar, trastornos por estrés postraumático, demencia cíclica y dependencia al alcohol.
La acetilcolina (Ac) es importante en la operación del hipocampo. Durante la actividad colinérgica alta, se recuerda la memoria vieja. Mientras que en la actividad colinérgica baja, se forma la memoria nueva. Se propone que un defecto en un receptor colinérgico resulta en dificultades de percepción como las que se ven en la esquizofrenia.


Referencias
Casafont, R. (2012). Viaje a Tú Cerebro. Barcelona: Grupo Z.
Clark, D., Boutros, N. y Méndez, M. (2010). El Cerebro y la Conducta. México: Manual Moderno.


Dr. Félix Piñerúa Monasterio