Actualmente vivimos en un
mundo que elogia la perfección, la belleza y la salud. Herederos de la cultura
griega donde no existen dioses defectuosos, salvo la presencia de Hefestos
quien es cojo, pero el inválido como tal no es aceptado en su cultura. Sin embargo
en la cultura germánica podemos mencionar a Thor quien lleva una piedra de
molino clavada en la frente, doloroso recuerdo de una temprana batalla y Baldur
invencible ante todo excepto ante el muérdago, entre otros, aquí esta cultura
remite a su disposición en aceptar sus defectos, al inválido.
Desde la perspectiva de la
salud, las deficiencias e incapacidades son sólo problemas temporales que han
de ser superados, desde la perspectiva del
inválido son simplemente parte de la vida.
Dado el arquetipo del
inválido, también debe haber un complejo del inválido, pues los arquetipos
atraen hacia sí partes de la psique y de la experiencia psíquica.
El inválido no debe ser
confundido con el arquetipo del niño. El niño, como el inválido, es débil e
inferior, carente de las cualidades del adulto. Sin embargo, el niño crece,
cambia, deviene adulto, «mata al padre». Tiene un futuro. Conduce a la muerte,
a la salud o, incluso, a la invalidez. Es algo temporal, una amenaza pasajera,
un percance. La enfermedad puede
perfectamente perjudicar el funcionamiento psíquico o físico, pero es aguda, dinámica,
temporal. En cambio la invalidez no lleva a ninguna parte, ni a la muerte ni a
la salud. Es una deficiencia crónica, permanente.
El arquetipo del inválido
puede ser muy provechoso para la persona que lo ha de vivir. Permite contrarrestar
la arrogancia y cultivar la modestia. Como las debilidades y flaquezas ya
tienen su cuota, se hace posible desarrollar cierta espiritualidad. La invalides
es un continuo, un enfrentamiento permanente con las limitaciones físicas y
psíquicas. No deja escapatoria hacia las fantasías de salud o lejos de la
conciencia de la muerte. Promueve la paciencia y frena la actividad obsesiva. En
cierto modo, es un arquetipo muy humano.
Dado que el arquetipo del
inválido subraya la dependencia humana y nos obliga a aceptar nuestra mutua
necesidad respecto a los demás, es un factor importante en las relaciones. Conocer
nuestras propias deficiencias y debilidades, nuestra propia invalidez, nos
ayuda a darnos cuenta de nuestra eterna dependencia de alguien o algo. En el
fondo de nosotros mismos todos somos conscientes de nuestros defectos y
flaquezas, de nuestra invalidez. Pero reprimimos esta conciencia con todos los
medios a nuestro alcance.
Ignorar o denigrar a un arquetipo es invitar su cólera y su venganza, y el arquetipo del inválido no es una excepción. Parece que cuanto más nos esforzamos en curar pacientes crónicos o psicosomáticos, más desesperadamente se resisten. Se vuelven más tiránicos y exigentes y nos piden más tiempo y atenciones. Lejos de conducirlos a la salud, nuestros esfuerzos parecen agravar su estado. Nuestra incapacidad de aceptar el inválido en cada uno de nosotros, nuestra fantasía de que los seres humanos deberían ser tan sanos como aquellos idealizados dioses griegos, es lo que nos impide afrontar al arquetipo del inválido.
Ignorar o denigrar a un arquetipo es invitar su cólera y su venganza, y el arquetipo del inválido no es una excepción. Parece que cuanto más nos esforzamos en curar pacientes crónicos o psicosomáticos, más desesperadamente se resisten. Se vuelven más tiránicos y exigentes y nos piden más tiempo y atenciones. Lejos de conducirlos a la salud, nuestros esfuerzos parecen agravar su estado. Nuestra incapacidad de aceptar el inválido en cada uno de nosotros, nuestra fantasía de que los seres humanos deberían ser tan sanos como aquellos idealizados dioses griegos, es lo que nos impide afrontar al arquetipo del inválido.
Referencia
Guggenbühl-Craig, A. (2007). El Inválido en
Espejos del Yo. Barcelona: Kairós.
Dr. Félix Piñerúa Monasterio
Dr. Félix Piñerúa Monasterio