Anteriormente la
responsabilidad precoz la encontrábamos cuando la familia pasaba por
situaciones económicas difíciles y el niño tenía que trabajar desde joven. A los
8-10 años (a veces incluso antes), y siempre antes de la adolescencia, ya se
incorporaba de una forma u otra al ámbito de la obligación laboral, viviendo
esta situación con un especial deber y necesidad para el bien o ayuda de la
familia. Esta situación se sigue contemplando aun en América latina donde la
responsabilidad del Estado-social no alcanza de manera idónea a las familias
con dificultades socioeconómicas.
La palabra responsabilidad procede
de «esponsalis» que quiere decir «ligado» (de ahí el nombre de esposo/a), «que
obliga a algo», así hoy las formas de obligación precoz o de presión la
encontramos en niños de edad escolar que son sometidos a situaciones de
exigencias en notas y actividades complementarias. Esto ha dado lugar en ocasiones
a alteraciones psíquicas, reactivas a obtener «un notable», cuando
anteriormente los resultados eran siempre de «sobresaliente». Niños con estos
rendimientos tan excelentes pueden hacer una reducción existencial de su
vivencia de autovalía en relación con las magnificas notas, y además la familia
suele sentirse orgullosa de esos buenos rendimientos que pueden utilizar como
prototipo de la imagen «buena» de su hijo ante su entorno social. Tener un
rendimiento regular o malo es vivido con un intenso sentimiento de fracaso
existencial, con gran angustia y vivencia de pérdida de valor ante la familia.
La hiperresponsabilidad
precoz puede originar adultos con muy poca «elasticidad psíquica». Aumenta entonces el riesgo de enfermedad psíquica. Y también
puede ocurrir que se vayan al otro extremo, y decidan no querer tener
responsabilidad de adultos.
Referencia
Rojo, J. (2011). Comprender
la Ansiedad, las Fobias y el Estrés. Madrid: Pirámide.
Dr. Félix Piñerúa Monasterio