Jung llamo
percepción de la sombra a los aspectos de nuestra personalidad,
que por diversas razones hemos preferido no contemplar muy de cerca. Empleó la palabra sombra para esa parte inconsciente de
la personalidad porque, en realidad, con frecuencia aparece en los sueños en
forma personificada.
La
sombra no es el total de la personalidad inconsciente. Representa cualidades y
atributos desconocidos o poco conocidos del yo: aspectos que, en su mayoría,
pertenece a la esfera personal y que también podrían ser consciente. Por lo que
el encuentro
consigo mismo significa en primer término el encuentro con la propia sombra.
Adicionalmente, en algunos aspectos, la sombra
también puede constar de factores colectivos que se entroncan fuera de la vida personal del
individuo.
La
sombra no sólo se nos presenta en omisiones. También se muestra con cierta
frecuencia en un acto impulsivo o impensado. De manera tal que antes de que se
tenga tiempo de pensarlo, el comentario avieso estalla, surge el plan, se realiza
la decisión errónea, y nos enfrentamos con resultados que jamás pretendimos o
deseamos conscientemente. Además, la sombra está expuesta a contagios
colectivos en mucha mayor medida que lo que esta la personalidad consciente.
Otras
de las formas en que la sombra se nos muestra es a través de los sueños y en
los mitos, en el caso de los sueños, aparece como una persona del mismo sexo que el soñante y en el mito aparece
como un personaje oscuro, rechazado, pero con mucho poder.
La
sombra contiene generalmente valores necesitados por la consciencia, pero que
existen en una forma que hace difícil integrarlas en nuestra vida por cuanto,
en muchas oportunidades son rechazados socialmente o forman parte de los tabú
familiares.
El
hecho de que estos valores necesitados por nuestra consciencia se conviertan en
nuestro amigo o en nuestro enemigo depende en gran parte de nosotros mismos. La
sombra no es siempre, y necesariamente, un contrincante. De hecho, es exactamente igual a cualquier ser humano con el cual
tenemos que entendernos, a veces cediendo, a veces resistiendo, a veces
mostrando amor, según lo requiera la situación. La sombra se hace hostil sólo
cuando es desdeñada o mal comprendida.
La
función de la sombra es representar el lado opuesto del yo e incorporar
precisamente esas cualidades que nos desagradan en otras personas y a veces, todo lo que es desconocido para el
yo se mezcla con la sombra, incluso las fuerzas más valiosas y elevadas. De
manera que el hecho de que la sombra contenga el opresivo poder del impulso
irresistible no quiere decir, sin embargo, que la tendencia tanga que ser
siempre heroicamente reprimida. A veces, la sombra es poderosa, porque la
incitación del sí mismo señala en la misma dirección y, así, no se puede saber
si es el sí-mismo o bien la sombra quien está detrás del impulso interior. En
el inconsciente todos los contenidos son borrosos y se funden unos con otros y
nunca se puede saber exactamente qué es o dónde está cada cosa o dónde empieza
y dónde termina, a esto se le llama contaminación
de los contenidos inconscientes.
En la
figura de la sombra se encuentran fuerzas valiosas y vitales, que tienen que
ser asimiladas a experiencias efectivas y no reprimidas. Corresponde al yo renunciar a su orgullo y fatuidad y vivir
conforme a algo que parece oscuro, pero que, en realidad, puede no serlo.
La
sombra tiene naturaleza emocional y cierta autonomía, y son por consiguiente
del tipo de la obsesión o, mejor de la posesión. Pues, en efecto, la emoción no
es una actividad sino un suceso que a uno le sobreviene. Lo emocional ocurre
por regla general en los momentos de mínima adaptación, y pone a la vez de
manifiesto la base de esa adaptación disminuida, o sea cierta minusvalía, y la presencia de cierto nivel inferior
de la personalidad (Jung, 1986).
La
sombra puede, en cierta medida, y con penetración y buena voluntad, ser
incorporada a la personalidad consciente, la
experiencia enseña que existen sin embargo ciertos rasgos tozudamente
resistentes al control moral, sobre los cuales por ende se muestra
prácticamente imposible ejercer ningún influjo. Estas resistencias están por lo
general ligadas a proyecciones, entendiendo como ejemplo de proyecciones cuando
la gente observa sus propias tendencias inconscientes en otras personas,
pudiendo identificar nuestra sombra en estas proyecciones.
La
sombra es una parte viviente de la personalidad y quiere entonces vivir de
alguna forma. No es posible rechazarla ni esquivarla inofensivamente, sin
embargo en la dinámica dada entre la sombra y la conciencia a esta última
corresponde aparentemente la mayor intensidad afectiva; en todo caso, ella
logra, si quiere temporariamente, por medio de un no desdeñable expendio de
energía, reprimir a la sombra.
Referencia
Jung, C. (1981). El Hombre y sus Símbolos. Barcelona: Caralt.
Dr. Felix Piñerúa Monasterio