Este filósofo griego nació en
Samos en el 341 a.C. y murió en Atenas el 270 a.C. Su filosofía estaba basada
en la búsqueda del placer, el cual debería ser dirigido por la prudencia. Se manifestó
en contra del destino, de la necesidad y la fatalidad.
Decía que el placer es el
principio y fin del vivir feliz. Pues lo hemos reconocido como bien primero y
connatural y de él tomamos el punto de partida en cualquier elección y rechazo
y en él concluimos al juzgar todo bien con la sensación como norma y criterio. Y
puesto que es el bien primero y connatural, por eso no elegimos cualquier
placer, sino que hay veces que soslayamos muchos placeres, cuando de éstos se sigue para nosotros una molestia
mayor. Muchos dolores consideramos preferibles a placeres, siempre que los
acompañe un placer mayor para nosotros tras largo tiempo de soportar tales
dolores. Desde luego todo placer, por tener una naturaleza familiar, es un
bien, aunque no sea aceptable cualquiera. De igual modo cualquier dolor es un
mal, pero no todo dolor ha de ser evitado siempre. Conviene, por tanto,
mediante el cálculo y la atención a los beneficios y los inconvenientes juzgar
todas estas cosas, porque en algunas
circunstancias nos servíamos de algo bueno como un mal y, al contrario,
de algo malo como un bien.
Es sabido que cuando vivimos
experiencias agradables, nos divertimos, reímos o tenemos relaciones sexuales
satisfactorias, nuestra área tegmental ventral (ATV) libera dopamina (DA) en
las sinapsis que se establecen con las neuronas del núcleo accumbens (NAc) y la
respuesta de estas neuronas receptoras nos da sensación de placer, lo que
comprueba desde las neurociencias que la aseveración de Epicuro en relación a
que el placer es connatural al ser humano es cierta.
Sin embargo, no es menos
cierto, lo que también sostiene Epicuro, que ciertos placeres pueden
conducirnos a males mayores, por lo que hay que tener en cuenta que nuestros
estados de placer fisiológico pueden llegar a ser multiplicados tremendamente
por efectos de sustancias adictivas, rompiendo el equilibrio, y esto a la larga
repercute de forma muy negativa ocasionándonos una molestia mayor.
Al hablar de adicciones no
solo nos referimos a sustancias que la producen sino también de situaciones
adictivas como la gula, la ludopatía, las compras compulsivas, la adicción a
internet, a los teléfonos móviles, los ordenadores y los videojuegos. La dopamina
interviene en el procesamiento de la información relacionada con la recompensa,
ya sean recompensas naturales o provocadas por sustancias adictivas. Este neurotransmisor
facilita el aprendizaje relacionado con la recompensa y además el recuerdo del
estimulo que se asocia con ella.
Nuestra memoria emocional también
está implicada en la adicción. La adicción se produce tras una reincidencia en
la situación y está influida por nuestra vulnerabilidad genética y por la
influencia del entorno.
Así como la dopamina es
fundamental para adquirir la conducta de consumo, el glutamato lo es para
conseguir el control de la conducta de búsqueda. Ambos actúan de forma
complementaria e interactúan entre sí.
El glutamato es el principal
neurotransmisor cerebral excitador y también uno de los principales
destructores de neuronas, sabemos que interviene en mecanismos de plasticidad sináptica,
en las estructuras del hipocampo del sistema de recompensa, produciendo cambios
en las espinas y en las arborizaciones dendríticas.
El glutamato condiciona que estímulos
neutros inconscientes puedan provocar conductas de búsqueda sin que la persona
sea consciente de ello, y por tanto esa falta de conciencia condiciona una
menor capacidad de control sobre la situación y facilita las recaídas en la
conducta adictiva.
Durante el consumo crónico
se producen cambios neuroadaptativos y neuroplásticos que modifican la
estructura y, por tanto, la función del cerebro adicto. La activación crónica de
los receptores de dopamina D1 (activadores) se ha comprobado que condiciona la
expresión de determinados, que podrían ser responsables del fenómeno de la
tolerancia a las drogas de forma progresiva. Por ello se debe aumentar el
consumo para obtener efectos similares.
La corteza prefrontal (CPF)
es el centro responsable en la toma de decisiones, participa en la motivación y
cuida de modificar nuestra conducta aprendida cuando valora que no resulta
adaptativa. Así que nuestras funciones ejecutivas dependen de su buen
funcionamiento. Sin embargo sus estructuras y buen funcionamiento se ven
comprometidas en el abuso de drogas, sobre todo en la región orbital y
ventro-medial, tanto por el efecto dopaminérgico
(hay un predominio de los receptores D1 sobre los D2 –inhibidores-), como por
el efecto glutamatérgico añadido.
Se ha comprobado que en los periodos de abstinencia se produce
una hipofunción de la corteza prefrontal, sobre todo con afectación del
cingulado anterior y de la corteza orbitofrontal, que incide en la dificultad
en la toma de decisiones y la depresión.
Por todo lo anterior es
importante recordar las enseñanzas de Epicuro que nos dice que es conviene,
mediante el cálculo y la atención a los beneficios y los inconvenientes juzgar
todas estas cosas, porque en algunas
circunstancias nos servíamos de algo bueno como un mal y, al contrario,
de algo malo como un bien.
Referencias
Casafont, R. (2012). Viaje a tu Cerebro. Barcelona: Grupo
Zeta.
García, C. (1983). Epicuro. Madrid: Alianza Editorial.
Dr. Félix Piñerúa Monasterio