Comúnmente conocida como
marihuana o cáñamo (Cannabis sativa)
es una especie herbácea de la familia Cannabaceae, con propiedades
psicoactivas. Originaria de las cordilleras del Himalaya. Los seres humanos han
cultivado esta planta como fuente de fibra textil, aceite de semillas y
alimento (generalmente, variedades de bajo contenido en delta-9-tetrahidrocannabinol
(THC),
llamadas cáñamo). Se ha utilizado durante miles de años como planta medicinal
(2737 a.C.), como psicotrópico y como planta sagrada.
El THC, como todas las
sustancias adictivas se cuelan en el cerebro aprovechándose de su semejanza con
neurotransmisores creados por el propio cerebro e incidiendo directa o
indirectamente en el sistema de recompensa del mismo ligado a la dopamina o a través
del sistema opioide. Ambos sistemas son esenciales para el efecto gratificante
de muchos estímulos normales, incluido el del comportamiento sexual.
Los posibles campos de
aplicación del THC son: el tratamiento del dolor, la ansiedad, los trastornos
del sueño, los mareos en enfermos de cáncer que reciben quimioterapia, y el
glaucoma; este último porque el THC reduce la presión ocular. Por otra parte la
marihuana reduce la espasticidad en pacientes con esclerosis múltiples, aunque
un estudio controlado con THC no ha mostrado efectos. El cannabis actúa sobre
el cerebro porque las células nerviosas también producen sustancias cannabinoides.
La primera de ellas es la anandamida. Las proteínas que deben trasmitir el
mensaje de la anandamida a las células nerviosas están sobre todo en el cuerpo
estriado y el cerebelo (lo que explica el andar vacilante después de consumir
marihuana), en la corteza cerebral (por eso se producen los problemas de
asociación, la fragmentación del pensamiento y la confusión) y en el hipocampo
(eso explica los trastornos de memoria). Pero no hay receptores para el THC en
las áreas del tronco encefálico que regulan la presión sanguínea o la
respiración. Eso explica por qué no se puede tomar una sobredosis mortal de
cannabis.
Adicionalmente, hay estudios
que demuestran que los consumidores de cannabis tienen realmente el doble de
posibilidad de padecer esquizofrenia. Los hombres adultos que durante años habían
fumado a diario no sólo tenían un hipocampo más pequeño (importante pérdida de
la memoria), una amígdala más pequeña (que influye en la angustia, la
agresividad y el comportamiento sexual) y alteraciones en el cuerpo calloso,
sino que además tenían mayor inclinación a padecer una psicosis.
Referencia
Swaab, D. (2014). Somos
Nuestro Cerebro. Barcelona: Plataforma Editorial.
Dr. Félix Piñerúa
Monasterio