lunes, 20 de febrero de 2012

El Desarrollo de las Emociones


Las emociones han evolucionado debido a su alto valor adaptativo en el manejo de las diversas actividades cotidianas. Los factores innatos desempeñan un papel fundamental al dar cuenta de las características que comparten las emociones. Cada emoción nos sesga hacia una dirección que el curso de la evolución ha mostrado como mejor que otras para la supervivencia. Así, las emociones nos permiten actuar ante el peligro, evitar las pérdidas, progresar hacia la motivación de logro, etc., y lo hacen a través de cambios fisiológicos que preparan al organismo para responder de forma diferente estímulos emocionales distintos. Para Ekman (1991), nuestra conducta ante un acontecimiento está influida por nuestro pasado ancestral. De este modo, el énfasis se pone en la historia pasada de la especie. En esta línea, algunos trabajos muestran la aparición de las emociones bien diferenciadas en el nacimiento o en las fases iníciales de la vida, sin mucha oportunidad para haberla aprendido (Izard, 1977 en Fernández-Abasal, 2009: 87).
Aunque la composición precisa y dinámica de estas conductas es conformada por el desarrollo individual y por el ambiente, la evidencia sugiere que lo básico, si no todo, de las respuestas emocionales está «prediseñado» por el genoma, como resultado de una larga historia de fino ajuste evolutivo (Velasco, 2002). En definitiva, tanto el desarrollo filogenético como el ontogenético son compatibles, y es la conjugación de ambos la que resulta en las emociones tal y como se conciben actualmente. Por ejemplo, si consideramos la hipótesis del marcador somático de Antonio Damasio, una de las teorías que más interés ha suscitado en la última década, observamos que la emoción y su impacto en la conducta del individuo son el resultado de asociaciones aprendidas a lo largo de la vida del individuo (ontogénesis), pero que se procesa con sistemas desarrollados a lo largo de la vida de la especie (filogénesis). Es decir, todos contamos con el mismo equipamiento, que, en principio, nos permite el mismo abanico de aprendizajes emociones, pero cómo se materializa esta potencialidad, es decir, la emoción concreta que se siente en una situación concreta, es el resultado del aprendizaje vital individual (Fernández-Abasal, 2009: 87).

Referencia
Fernández-Abasal, E. (Coord) (2009). Emociones Positivas. Madrid: Pirámide.

Dr. Félix Piñerúa Monasterio

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