sábado, 22 de junio de 2013

El Amor en su Desarrollo Histórico

Amor Griego
          Los griegos en los “Poemas Órficos”, nos hablan de Nyx, la noche increada, que fue la primera en existir y que era concebida “como pájara de alas negras revoloteando sobre la vasta obscuridad vacía y sin forma”. Nyx, sin haber tenido pareja, puso un huevo, origen de todo que, al abrirse, dejó salir a Eros, el de las alas doradas. Eros se halla, pues, desde el comienzo de los tiempos, jugando un importantísimo papel en el destino del mundo y de los hombres.
Posteriormente aparece la versión alternativa que hacía a Eros hijo de Afrodita con Ares (más comúnmente), Hermes o Hefesto, o de Poros y Penia, o a veces de Iris y Céfiro. Este Eros era un ayudante de Afrodita, que dirigía la fuerza primordial del amor y la llevaba a los mortales. En algunas versiones tenía dos hermanos llamados Anteros, la personificación del amor correspondido, e Hímero, la del deseo sexual.
Bacón, en el análisis del “mito de Cupido” nos dice: el amor parece ser el apetito o incentivo de la materia primitiva, el movimiento natural o el principio que mueve los corpúsculos originales, siendo el más antiguo y único poder que hizo y forjó de la materia todas las cosas.
Esto lo había previamente confirmado entre los pre-socráticos Parmenides cuando confirma que “lo primerísimo, de entre todos los dioses el primero, el Amor se formo”.
Empedocles postuló la existencia de un Ser imperecedero, que actuaba movido por dos fuerzas contrarias: el amor y el odio.
Platón en el Timeo nos habla de que “Dios mueve el sol y las demás estrellas por la fuerza del amor”.
Diotima en revelaciones secretas a Sócrates le confiesa que “el verdadero amor no es aquel que aspira a la posesión de la persona amada, sino el que es capaz de elevarse por encima de quien lo inspira para llegar, en una escala ascendente, al fin supremo” y continua Diotima “Porque creyendo las cosas buenas es como los seres dichosos son dichosos y no hay necesidad de preguntar por qué el que quiere ser dichoso quiere serlo”. Es por lo tanto egocéntrico. Toda su actividad: la búsqueda de lo superior la posesión de lo bueno y la obtención de la felicidad están, indudablemente, centradas en el Yo.
Platón distingue dos Eros: uno el Eros vulgar, hijo de la Afrodita “vulgar” o Pandemia, hija de Zeus y Dione y el otro, el Eros celeste o divino, hijo de Afrodita superior o Urania, “hija de Urano que no tiene madre”. El Eros vulgar “solo inspira acciones bajas”, mientras que el Eros divino “es celeste por sí mismo; es útil a los particulares y a los Estados y digno para todos de ser objeto de principal estudio, puesto que obliga al amante y al amado a vigilarse a sí mismo y a esforzarse en hacerse mutuamente virtuosos”.
El Eros pedagógico obligaba al preceptor a dedicarse al mejoramiento y la educación del aprendiz y, por medio del adoctrinamiento y el ejemplo, convertirlo en un hombre cabal. Debería verse completamente libre de sexo (proceder de Eros y no contaminarse con Afrodita). Este era el ideal de los filósofos.
Regresando a la mitología, Zeus, celoso del poder de Eros lo destierra del Olimpo y lo confinó a Chipre, donde fue amamantado por las fieras.
El tema del amor gozaba de gran amplitud de manifestaciones entre los griegos, así tenemos que Eros, Philia, Ágape, Stergein, Erastein, eran términos con que ellos diferenciaban el amor.
Philia era también el amor, pero tenía un tono más libre de sexualidad que Eros. Se trataba, más bien, de un amor o acercamiento afectuoso entre dos personas. Esta palaba designaba cualquier sentimiento de cariño o afecto entre dos personas, pero los filósofos distinguían cuatro clases: la philia natural o parental (physiké), que unía a aquellos de la misma sangre; la philia entre anfitrión y huésped (xeniké), que indicaba la importancia de las virtudes de la hospitalidad; la philia ente amigos (hetairike), que corresponde solamente a la amistad; por último la philia amorosa (erotiké), entre personas del mismo o diferente sexo.
Eunoia, devoción dedicación.
Storgé, ternura.
Stergein, señala el amor que emana de un superior hacia un inferior.
Erastein, significaba amor, pero tenía un tinte más sexual. El amante era un erasteis.
Pothos, deseo. Su equivalente romano era Cupido (‘deseo’), también conocido como Amor.
Charis, gratitud y bondad.
Ágape, afecto desinteresado. Es un sustantivo creado por San Pablo der verbo agapan. Se trataría de un amor no de deseo ni posesivo, sino más bien, de entrega.
Manía, pasión desatada
Amor en el Antiguo Testamento
El verbo amar es expresado como aheb y amor como ahabah y es interesante porque el mismo verbo se usa para el amor a Dios y el amor entre los hombres y su empleo se extiende  desde el amor sensual hasta el amor entre familiares y el amor al prójimo.
Amor Cortesano
En el siglo XII el amor se trata de un amor imposible, de un amor “puro”, de un amor de completa entrega a “una bella que siempre dice no”. Parece, pues, que para la verdadera existencia de este amor, es necesaria la constante frustración; parece que, si la completa unión de los enamorados se realizara, ello bastaría para despojarlo de sentido. Si él “no es posible en esta vida”, debe encontrar su  culminación en la muerte. Este tipo de amor reaparece en el siglo XIX y se infiltra en el amor “romántico”. Y entre el siglo XII y el XIX tenemos la novela “caballeresca”, a Wagner, a los novelistas victorianos, a Shakespeare, Goethe y por supuesto nuestro Cervantes y su Quijote. Para Kant, el amor tiene que ver con los sentimientos, no con la voluntad o volición y yo no puedo amar porque deseo hacerlo y aun menos porque debería hacerlo (no puedo sentirme obligado a amar por necesidad) por lo tanto, no hay tal cosa como el deber de amar. Mientras que para Shopenhauer, siglo XIX, y su famosa teoría de que el llamado amor no es más que un disfraz del instinto de reproducción quien nos dice “el amor es una estratagema empleada por la naturaleza para llegar a su fin que, en realidad, no es otro que la creación de un nuevo ser determinado por la naturaleza”.
En Freud, siglo XX, el amor es una manifestación del instinto sexual (libido), por lo que los aspectos no sexuales del amor no son otra cosa que manifestaciones del mismo instinto que por hallarse “inhibido en su fin”, da origen al cariño, la ternura, la amistad, etc.

“la necesidad más profunda del hombre es la de superar su estado de separación, de abandonar la prisión de su soledad… La experiencia de separación produce angustia; es en verdad, la fuente de toda angustia”.
Erik Fromm


Dr. Félix Piñerúa Monasterio