La psicología evolutiva (evopsi) estudia como la evolución de nuestra especie nos ha moldeado, y hemos heredado nuestra psicología de adaptaciones ancestrales a ambientes hostiles.
Nuestro equipamiento actual -es decir, nuestro cerebro y por extensión toda nuestra psicología- es el resultado de presiones ambientales, limitaciones que nuestros ancestros conocieron en tiempos remotos. Estos ambientes a los cuales se enfrentaron nuestros antepasados tuvieron un impacto directo sobre nuestro linaje. Según los psicólogos evolutivos, aun cuando el mundo de hoy en día no tiene más que una relación lejana con el de nuestros parientes muy distantes, de ellos recibimos el conjunto de genes que caracterizan al ser humano (pool genético) y todo lo que esos genes modelan. Incluidas nuestras capacidades para percibir, recordar, razonar, decidir, actuar y utilizar un lenguaje: toda nuestra psicología, tanto nuestra funciones cognitivas como las emociones, es la herencia prolífica de la época en que la naturaleza humana fue moldeada. Es así como la psicología evolutiva reúne la teoría de la evolución con la psicología cognitiva, ya que se interesa en la mente, sus diversas funciones –percepción, memoria, cálculo, decisiones, lenguaje- y la manera en que éstas tratan la información.
Nuestra raíces, aun psicológicas, son biológicas; cómo sus fundamentos son orgánicos, y por lo tanto nuestra naturaleza humana está limitada y al menos parcialmente determinada por una base innata. Al respecto Steven Pinker nos dice que no somos una “tabla rasa”, sino que además no se inclina más por una bondad innata que por una maldad intrínseca. La evolución, y con ella su mecanismo general, la selección natural, es moralmente neutra: no lleva en sí una carga política, ni ética, ni jurídica, sino simplemente un efecto selectivo más o menos fuerte según las condiciones.
La psicología evolutiva enseña tres puntos:
Nuestro cerebro, así como todo el resto, es un producto de la evolución y, como tal, sus sorprendentes capacidades y su potencial son resultado de un proceso compartido por otras especies.
Existe una base innata, biológica, origen de nuestro funcionamiento psicológico, aunque sin duda resulte limitante.
Pero nuestras estructuras biológicas también son capaces de general funciones (como la decisión y creatividad moral) que nos permite juzgar y actuar moralmente.
Pinker se apoyó en los siguientes puentes entre nuestra biología y nuestras culturas, nuestra naturaleza innata y nuestros rasgos adquiridos:
Las ciencias cognitivas, que estudia que existen prerrequisitos, como cierta arquitectura cognitiva de la mente.
Las neurociencias, que ponen al descubierto, progresivamente, los vínculos entre nuestra psicología y ese órgano tan particular que es el cerebro, por un lado, y la manera en que nuestra bioquímica termina produciendo una mente consciente.
La genética conductista, que permite entender cómo los genes interactúan con los ambientes y determinan el desarrollo del individuo, sus oportunidades y dificultades, e incluso sus rasgos generales. Se trata, sin ir más lejos, de indicios preciosos sobre la existencia de una condición innata básica e innegable.
La psicología evolutiva, que permite encarar las razones por las cuales nuestra especie es la que es, las condiciones que vieron nacer nuestra manera de ser y de actuar y, más especialmente, los rasgos cognitivos y emocionales que nos hacen particulares como miembros de la especie humana.
Referencia
Meyer, C. (2010). Los Nuevos Psi. Buenos Aires: Sudamericana.
Dr. Félix Piñerúa Monasterio