Joseph LeDoux nos dice que conocemos todas nuestras emociones: el miedo, la ira, el placer, la alegría, etc. Podríamos describirlas a todas, hablar de ellas. Decir que es lo agradable o lo penoso. Pero las emociones implican más de lo que experimentamos, un verdadero “inconsciente personal” explica una gran parte de sus acciones. No existe un único sistema para regular nuestras emociones, sino varios; uno por cada una de ellas.
Un sistema emocional es una herramienta de supervivencia; desarrollada en nuestro cerebro en el transcurso de la evolución, es esencial para la satisfacción de nuestras necesidades vitales. La amígdala, una estructura situada en el área prefrontal de cada lado del cerebro, coordina todo el sistema que activa las reacciones de miedo en este órgano. La amígdala recibe información de nuestras aéreas sensoriales y reacciona en función de las mismas. Se comunica con el hipocampo, una de las zonas claves de la memoria de los contextos, que a su vez la influencia. Cuando el entorno se vuelve peligroso, la amígdala genera reacciones corporales de defensa, gracias a sus conexiones de salida. Por último, las deja lista en las capas superiores del cerebro, para reaccionar cuando se necesite.
LeDoux puso en evidencia esas propiedades y aunque no es el pionero de los estudios sobre las emociones, denunció su principal error: creer que existía un “sistema límbico” responsable de todas las emociones. También sacó a la luz el hecho de que, para que las emociones nos sean útiles, nos hace falta una memoria emocional.
Por lo tanto, los disfuncionamientos son posibles: cuando la amígdala se activa en contextos inadecuados, las ansiedades, fobias y miedos irracionales invaden lo cotidiano. Si la amígdala se pone en funcionamiento, un simple vértigo a las alturas puede degenerar en fobia al avión.
Existen otros sistemas además del relacionado con el miedo: para otras emociones (en particular el amor, cuyo circuito implica otros núcleos diferentes de la amígdala); para crear y reavivar los recuerdos (en este caso la estructura indispensable es el hipocampo, situado en el centro del cerebro; para comprender y hablar un idioma; etc.
Nuestro cerebro se compone de células muy especiales: las neuronas. Éstas pueden recibir y emitir señales, por vías químicas y eléctricas; así las neuronas se comunican entre sí y forman redes muy complejas, las sinapsis. Pero esas redes no están organizadas al azar, son la materia prima de nuestro cerebro y de estructuras tales como la amígdala. Nuestras sinapsis son plásticas, es decir, maleables; son capaces de cambiar con el paso del tiempo y de unir más o menos las neuronas entre sí. Las sinapsis se modifican en función de las informaciones recibidas por las neuronas y de las consecuencias de nuestras acciones. Entonces se haba de plasticidad sináptica. Dicho de otra manera, si nuestro cerebro puede aprender y transformarse, es por ese mecanismo biológico.
La manera en que funcionan las sinapsis está determinada, en parte, por nuestros genes. Por lo tanto, las uniones de neuronas también son, indirectamente, producto genético. Nuestro entorno hace el resto, provee las señales exteriores que van a regular la plasticidad sináptica.
Referencia
Meyer, C. (2010). Los Nuevos Psi. Buenos Aires: Sudamericana.
Dr. Félix Piñerúa Monasterio
Un sistema emocional es una herramienta de supervivencia; desarrollada en nuestro cerebro en el transcurso de la evolución, es esencial para la satisfacción de nuestras necesidades vitales. La amígdala, una estructura situada en el área prefrontal de cada lado del cerebro, coordina todo el sistema que activa las reacciones de miedo en este órgano. La amígdala recibe información de nuestras aéreas sensoriales y reacciona en función de las mismas. Se comunica con el hipocampo, una de las zonas claves de la memoria de los contextos, que a su vez la influencia. Cuando el entorno se vuelve peligroso, la amígdala genera reacciones corporales de defensa, gracias a sus conexiones de salida. Por último, las deja lista en las capas superiores del cerebro, para reaccionar cuando se necesite.
LeDoux puso en evidencia esas propiedades y aunque no es el pionero de los estudios sobre las emociones, denunció su principal error: creer que existía un “sistema límbico” responsable de todas las emociones. También sacó a la luz el hecho de que, para que las emociones nos sean útiles, nos hace falta una memoria emocional.
Por lo tanto, los disfuncionamientos son posibles: cuando la amígdala se activa en contextos inadecuados, las ansiedades, fobias y miedos irracionales invaden lo cotidiano. Si la amígdala se pone en funcionamiento, un simple vértigo a las alturas puede degenerar en fobia al avión.
Existen otros sistemas además del relacionado con el miedo: para otras emociones (en particular el amor, cuyo circuito implica otros núcleos diferentes de la amígdala); para crear y reavivar los recuerdos (en este caso la estructura indispensable es el hipocampo, situado en el centro del cerebro; para comprender y hablar un idioma; etc.
Nuestro cerebro se compone de células muy especiales: las neuronas. Éstas pueden recibir y emitir señales, por vías químicas y eléctricas; así las neuronas se comunican entre sí y forman redes muy complejas, las sinapsis. Pero esas redes no están organizadas al azar, son la materia prima de nuestro cerebro y de estructuras tales como la amígdala. Nuestras sinapsis son plásticas, es decir, maleables; son capaces de cambiar con el paso del tiempo y de unir más o menos las neuronas entre sí. Las sinapsis se modifican en función de las informaciones recibidas por las neuronas y de las consecuencias de nuestras acciones. Entonces se haba de plasticidad sináptica. Dicho de otra manera, si nuestro cerebro puede aprender y transformarse, es por ese mecanismo biológico.
La manera en que funcionan las sinapsis está determinada, en parte, por nuestros genes. Por lo tanto, las uniones de neuronas también son, indirectamente, producto genético. Nuestro entorno hace el resto, provee las señales exteriores que van a regular la plasticidad sináptica.
Referencia
Meyer, C. (2010). Los Nuevos Psi. Buenos Aires: Sudamericana.
Dr. Félix Piñerúa Monasterio
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