La corteza prefrontal (CPF) es primordial para le expresión de la
personalidad y la toma de decisiones. Se encarga también de que nos comportemos
moralmente, es decir dentro de los parámetros sociales aceptados. Las personas
que padecen la enfermedad de Pick u otro tipo de demencia en esa área presentan
graves disfunciones de la CPF. Las circunvoluciones frontales van atrofiándose
hasta adquirir el tamaño de una nuez. En un estadio precoz de la enfermedad
de Pick los trastornos de memoria no son
tan notorios como las alteraciones de conducta, que, sólo a cabo de varios
años, evolucionan hacia una demencia global. Los pacientes con esta enfermedad manifiestan
trastornos motores propios de la enfermedad de Parkinson, resultando tener una «demencia
frontotemporal causada por las mutaciones del gen tau en el cromosoma 17». En la
fase inicial de la enfermedad esas personas habían manifestado también trastornos
conductuales, por ejemplo, un comportamiento social anómalo, hipo o hipersexualidad, alcoholismo, agresividad,
depresión y un cuadro esquizofrénico.
Darwin ya describió en
detalle el origen de nuestra conducta moral a partir de los instintos sociales,
que son importantes para garantizar la supervivencia del grupo. Se trata de
rasgos que se observan en todas las especies cuyos miembros cooperan entre sí,
como los primates, los elefantes y los lobos.
Favorecer a los miembros del
propio grupo, es decir, fomentar la cooperación, es consustancial al objetivo biológico
de la moralidad. En primer lugar, como
objetivo moral está la lealtad a la familia nuclear, a la familia extensa y a
la comunidad a la que uno pertenece. Sólo una vez que la supervivencia y la
salud de las personas más cercanas están garantizadas, puede ampliarse ese
círculo de lealtad.
Frans de Waal ha demostrado
que por lo general los humanos no reflexionan en absoluto sobre las acciones
morales. Se actúa moralmente de forma rápida e instintiva, obedeciendo a una sólida
base biológica. Sólo a posteriori el
hombre busca razones para lo que ha hecho en un
acto inconsciente. Nuestros valores morales han ido evolucionando a lo
largo de millones de años y están basados en valores universales inconscientes.
Al igual que los primates
antropomorfos, los niños pequeños consuelan a los mayores cuando los ven mal
antes incluso de haber aprendido a hablar o poder reflexionar siquiera sobre
las normas morales.
En nuestro cerebro tenemos
una «red moral» cuyos componentes neurobiológicos se han ido formando poco a
poco a lo largo de la evolución. En primer lugar observamos las emociones
ajenas a través de las «neuronas espejo»,
sentando la base de la empatía.
Como ya mencionamos nuestra
CPF contiene importantes componentes para nuestra red moral. Se encarga de que
asociemos las emociones observadas con interpretaciones morales. Reacciona a
las señales sociales e inhibe los impulsos egoístas. La CPF también es esencial
para la sensación de honestidad. La importancia de la CPF para nuestra
conciencia moral se descubierto estudiando las consecuencias de los daños
causados en esa área por tumores, heridas de bala y otras lesiones, que pueden
derivar hacia comportamientos antisociales, psicopáticos e inmoral. Los pacientes
que tienen una demencia frontotemporal, enfermedad que empieza en la CPF,
muestran un comportamiento antisocial y delincuente, que puede manifestarse en
proposiciones sexuales no deseadas, infracciones de tráfico, violencia física,
robo, allanamiento de morada y pedofilia.
Además de la CPF hay también
otras regiones cerebrales corticales y subcorticales que son importantes para
nuestro comportamiento moral, como la parte frontal del lóbulo temporal, que
contiene la amígdala, que también se
encarga de percibir el significado social de las expresiones faciales y ofrecer
una reacción adecuada. En los asesinos y psicópatas se ha hallado un
funcionamiento anómalo de la amígdala. El séptum,
que se halla entre las cavidades cerebrales, el sistema de recompensa (el tegmento ventral / núcleo accumbens), y el hipotálamo,
situado en la base del cerebro. Todas estas áreas son esenciales para la
motivación y las emociones relacionadas con nuestro comportamiento moral.
Las emociones típicamente morales,
como el sentido de culpabilidad, la compasión y la empatía, la vergüenza, el
orgullo, el desprecio y el agradecimiento así como la aversión, el respeto, la
indignación y la ira dependen de las interacciones de las áreas cerebrales
antes citadas.
Referencias
Casafont, R. (2012). Viaje a tu Cerebro. Barcelona: Grupo
Zeta.
Swaab, D. (2014). Somos Nuestro Cerebro. Barcelona:
Plataforma Editorial.
NEUROCIENCIAS
Y CONDUCTA MORAL
AUTOR: Félix
Piñerúa Monasterio
DISEÑO
Y MONTAJE ELECTRÓNICO: Trinemily Gavidia
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