Lo primero que debemos señalar es que los mitos son ante todo manifestaciones psíquicas que reflejan la naturaleza del alma, del inconsciente colectivo. Y para Jung (2003) lo inconsciente colectivo es cualquier otra cosa antes que un sistema personal encapsulado; es objetividad amplia como el mundo y abierta al mundo. Soy el objeto de todos los sujetos, en una inversión total de mi conciencia habitual, en la que siempre soy un sujeto que tiene objetos. Allí estoy incorporado a la más inmediata compenetración universal.
Lo segundo es que el Mito hace alusión a un tiempo sagrado donde los dioses reinan y la perfección y la imperfección no existen, no son cognoscibles por nuestros parámetros. El Tiempo sagrado es por su propia naturaleza reversible, en el sentido de que es un tiempo mítico primordial hecho presente, atemporal, ni continuo ni homogéneo. Toda fiesta religiosa, todo tiempo litúrgico, consiste en la reactualización de un acontecimiento sagrado que tuvo lugar en un pasado mítico, al comienzo. De acuerdo a Eliade (1983) el Tiempo sagrado es indefinidamente recuperable, indefinidamente repetible. Desde un cierto punto de vista, podría decirse de él que no “transcurre”, que no constituye una “duración” irreversible. Es un tiempo ontológico por excelencia; siempre igual a sí mismo, no cambia ni se agota.
El mito se actualiza, se hace presente a través del rito y el rito a su vez tiene una acción terapéutica, por lo que todo rito en esencia es un rito de curación, el cual tiene como objetivo un retorno al Tiempo sagrado, al Tiempo de origen, cuya finalidad terapéutica es la de comenzar una nueva vez la existencia, el nacer (simbólicamente) de nuevo, en la sanidad del Tiempo en que todos los dioses se han manifestado y han creado. La concepción subyacente a estos ritos de curación parece ser la siguiente: La Vida no puede repararse, sino tan solo recrearse por la repetición simbólica de la cosmogonía, pues la cosmogonía es el modelo ejemplar de toda creación. Esto lo podemos ejemplificar de la siguiente manera: Si una persona perteneciente a nuestra cultura occidental es mordido por una serpiente recurrirá inmediatamente al medico, el cual procederá probablemente inyectándole un antiofidico y lo someterá a un tratamiento de sostén. Si esto mismo sucediera en el Egipto de los Faraones, el medico egipcio, que era al mismo tiempo sacerdote, procedía para la curación de un modo muy distinto; pasara del accidente concreto al plano mitológico, remitiéndose a algún texto sagrado que contaba cómo el gran Dios-sol recorría sus dominios y cómo la Diosa-madre había puesto en su camino, secretamente oculta entre la arena, una serpiente venenosa. Cuando el Dios-sol le puso el pie encima, fue mordido por la serpiente y gritaba de dolor; los demás dioses sintieron compasión por el dolor del Dios-sol, por lo que suplicaron a la Diosa-madre – que había creado el reptil venenoso – que creara también un contraveneno eficaz; esta condescendía ante la petición de los demás dioses y curaba al Dios herido. Éste era el texto que el sacerdote-medico le leía al enfermo, y a esto se limitaba el tratamiento, cuyo alcance no logramos comprender. No obstante, debemos reconocer que el nivel psíquico en que estaban los egipcios de entonces y en el que están todas las culturas “primitivas” de hoy este relato constituía perfectamente un procedimiento terapéutico; a ese nivel, en efecto el hombre podía ser sumido fácilmente en el inconsciente colectivo mediante un relato, cuyas imágenes se apoderaban de todo su ser con una potencia tal que su sistema vascular y sus regulaciones humorales reestablecían el equilibrio comprometido. Esto es lo que explica en cierta medida el valor curativo de la terapéutica shamanica. Ahora bien la psiconeuroinmunoendocrinología comprende el estudio de los mecanismos regulatorios y de control del organismo. La comunicación entre sus componentes es determinada por diferentes tipos de señalización molecular, conformando de esta manera distintos idiomas. De esta forma tendremos un idioma psíquico-neurológico dado por los neurotransmisores, otro inmunológico, dado por las interleuquinas y otro endocrinológico dado por las hormonas. Hoy se sabe que cada uno de los componentes que forman la psiconeuroinmunoendocrinología, es capaz de interrelacionarse con otros o bien actuar sobre sí mismo (automodulación) mediante todos los idiomas psiconeuroinmunoendocrinologicos. Podríamos decir, en sentido amplio, que se trata de los sistemas de comunicación entre las distintas partes del organismo, que deben funcionar armónicamente como un todo y en permanente interconexión con el medio en que se desarrollan, solo que esta comunicación no se da concientemente no es una función de la voluntad, sino más bien de lo inconsciente y es aquí, en el mundo de lo inconsciente personal y colectivo donde mito, leyendas, fantasías, metáforas y ciencia se vinculan.
Cita de mi libro "Imagen del Indígena Venezolano" (2005) Ed: La Casa Tomada.
Dr. Félix Piñerúa Monasterio
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