Las grasas animales naturales (carnes, yema de huevo y lácteos frescos)
Los aceites prensados en frío (aceite de oliva, pescado)
Frutos secos y semillas.
La cebolla y el ajo.
Los zumos recién exprimidos de frutas y verduras.
El consumo regular de perejil, eneldo, cilantro, cebollín, ajo, etc.
Los probióticos y los alimentos fermentados.
El contacto con los animales.
Nadar en aguas naturales no contaminadas: lagos, ríos y el mar.
La actividad física al aire libre.
La exposición a la luz solar.
Bibliografía
Campbell-McBride, N. (2010). El Síndrome del Intestino y la Psicología GAPS. Cambridge: Medinform.
Dr. Félix Piñerúa Monasterio
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