sábado, 11 de junio de 2011

Antibióticos, Candida y GAPS

Los antibióticos y los esteroides le han dado a las bacterias y a los hongos una oportunidad muy especial de proliferar. Estos microorganismos ubicuos siempre han vivido en nuestro organismo. Sin embargo, en un cuerpo sano están controlados por las bacterias beneficiosas y no pueden causar daños. La destrucción de esa flora autóctona, a causa de los antibióticos y otras influencias modernas, permite que los hongos crezcan fuera de control. Los que particularmente han recibido más atención son los llamados Candida, que pertenecen a la familia de las levaduras. Es una extensa familia de hongos que causa un problema muy común denominado candidiasis. Esto sucede cuando la Candida pasa de ser una sola célula inofensiva a un estado invasor activo cuando se transforma en largas hifas que se enraízan en los tejidos del cuerpo. Este tipo de crecimiento puede ocurrir en el sistema digestivo y en muchos órganos internos produciendo una gran cantidad de sustancias tóxicas. El alcohol y el acetaldehído son algunas de ellas. Prácticamente todas las enfermedades crónicas degenerativas están relacionadas con el crecimiento excesivo de la Candida, desde la artritis y los problemas digestivos al síndrome de fatiga crónica o encefalomielitis miálgica, la esclerosis múltiple (EM), la fibromialgia, los trastornos neurológicos y el cáncer. Las personas con síndrome del intestino y la psicología (GAPS), casi sin excepción, están afectadas seriamente por las distintas especies de Candida y posiblemente también por otros hongos.
Debido a que la Candida y otras levaduras prosperan con los azúcares, la dieta anti-candida tiene como objetivo eliminar todas las fuentes de alimento para esos patógenos: el azúcar y todo lo que la contenga, fructosa, maltosa, lactosa y otros azucares, incluyendo el jarabe de arce y la miel. La fruta se excluye porque constituye una fuente de azúcares simples. Como la proliferación de Candida puede causar alergias a otros hongos y mohos, todos los hongos y alimentos fermentados deberán ser eliminados de la dieta: las levaduras y los alimentos horneados con levaduras, los productos con leche ácida, todos los quesos, todas las bebidas fermentadas, el vinagre, la malta, los champiñones, el té, el café, la fruta deshidratada y los zumos de fruta. Sin embargo los cereales no se excluyen de la dieta: el maíz, el mijo, la cebada, el centeno, el trigo, la avena, el arroz etc., así como alimentos elaborados con cereales, siempre y cuando no contenga levaduras. Las verduras con almidón tampoco se excluyen: la papa, el ñame, la batata y la pataca o tupinambo. Y aquí es donde está el problema. La Candida nunca se encuentra sola en el sistema digestivo. Habita con más de 500 microbios diferentes que pueden causar enfermedades. De hecho, cuando se analiza la flora intestinal de los pacientes con GAPS, se detecta Candida al igual que muchos otros patógenos. El más común es la familia de los Clostridia. Estos agentes patógenos y sus toxinas dañan el recubrimiento del intestino, encargado de la producción de los enterocitos (células del intestino importantes para la digestión y absorción de alimentos), dejándolo incapaz de cumplir con sus funciones de descomponer los carbohidratos en moléculas suficientemente pequeñas para poder ser absorbidas. Este daño hace que los carbohidratos complejos, que son los que se encuentran en los cereales integrales y en las verduras ricas en almidón, no puedan ser digeridos, convirtiéndose así en alimentos para la flora patógena. En lugar de una digestión adecuada, se causa putrefacción y fermentación en el intestino, una fuente de toxinas que causa aún más daño en el recubrimiento intestinal y debilita así el sistema inmunológico.
La dieta anti-candida, en combinación con la dieta libre de gluten y caseína (LGLC) y la dieta libre de fenoles, son las más recomendadas para los niños autistas. En la práctica todo se reduce a muchos productos con arroz o productos que lo contengan en gran medida, papas, papas fritas, pan sin trigo, galletas y otros productos horneados. Desafortunadamente, estos carbohidratos permitirán que el intestino dañado e inflamado permanezca así y se perpetúe la toxicidad en el cuerpo.

Bibliografía
Campbell-McBride, N. (2010). El Síndrome del Intestino y la Psicología GAPS. Cambridge: Medinform.

Dr. Félix Piñerúa Monasterio

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