lunes, 17 de diciembre de 2012

La Sombra


Jung llamo percepción de la sombra a los aspectos de nuestra personalidad, que por diversas razones hemos preferido no contemplar muy de cerca. Empleó la palabra sombra para esa parte inconsciente de la personalidad porque, en realidad, con frecuencia aparece en los sueños en forma personificada.
La sombra no es el total de la personalidad inconsciente. Representa cualidades y atributos desconocidos o poco conocidos del yo: aspectos que, en su mayoría, pertenece a la esfera personal y que también podrían ser consciente. Por lo que el encuentro consigo mismo significa en primer término el encuentro con la propia sombra. Adicionalmente, en algunos aspectos, la sombra también puede constar de factores colectivos que se  entroncan fuera de la vida personal del individuo.
La sombra no sólo se nos presenta en omisiones. También se muestra con cierta frecuencia en un acto impulsivo o impensado. De manera tal que antes de que se tenga tiempo de pensarlo, el comentario avieso estalla, surge el plan, se realiza la decisión errónea, y nos enfrentamos con resultados que jamás pretendimos o deseamos conscientemente. Además, la sombra está expuesta a contagios colectivos en mucha mayor medida que lo que esta la personalidad consciente.
Otras de las formas en que la sombra se nos muestra es a través de los sueños y en los mitos, en el caso de los sueños, aparece como una persona del mismo sexo que el soñante y en el mito aparece como un personaje oscuro, rechazado, pero con mucho poder.
La sombra contiene generalmente valores necesitados por la consciencia, pero que existen en una forma que hace difícil integrarlas en nuestra vida por cuanto, en muchas oportunidades son rechazados socialmente o forman parte de los tabú familiares.
El hecho de que estos valores necesitados por nuestra consciencia se conviertan en nuestro amigo o en nuestro enemigo depende en gran parte de nosotros mismos. La sombra no es siempre, y necesariamente, un contrincante. De hecho, es exactamente igual a cualquier ser humano con el cual tenemos que entendernos, a veces cediendo, a veces resistiendo, a veces mostrando amor, según lo requiera la situación. La sombra se hace hostil sólo cuando es desdeñada o mal comprendida.
La función de la sombra es representar el lado opuesto del yo e incorporar precisamente esas cualidades que nos desagradan en otras personas y  a veces, todo lo que es desconocido para el yo se mezcla con la sombra, incluso las fuerzas más valiosas y elevadas. De manera que el hecho de que la sombra contenga el opresivo poder del impulso irresistible no quiere decir, sin embargo, que la tendencia tanga que ser siempre heroicamente reprimida. A veces, la sombra es poderosa, porque la incitación del sí mismo señala en la misma dirección y, así, no se puede saber si es el sí-mismo o bien la sombra quien está detrás del impulso interior. En el inconsciente todos los contenidos son borrosos y se funden unos con otros y nunca se puede saber exactamente qué es o dónde está cada cosa o dónde empieza y dónde termina, a esto se le llama contaminación de los contenidos inconscientes.
En la figura de la sombra se encuentran fuerzas valiosas y vitales, que tienen que ser asimiladas a experiencias efectivas y no reprimidas. Corresponde al yo renunciar a su orgullo y fatuidad y vivir conforme a algo que parece oscuro, pero que, en realidad, puede no serlo. 
La sombra tiene naturaleza emocional y cierta autonomía, y son por consiguiente del tipo de la obsesión o, mejor de la posesión. Pues, en efecto, la emoción no es una actividad sino un suceso que a uno le sobreviene. Lo emocional ocurre por regla general en los momentos de mínima adaptación, y pone a la vez de manifiesto la base de esa adaptación disminuida, o sea cierta minusvalía, y la presencia de cierto nivel inferior de la personalidad (Jung, 1986).
La sombra puede, en cierta medida, y con penetración y buena voluntad, ser incorporada a la personalidad consciente, la experiencia enseña que existen sin embargo ciertos rasgos tozudamente resistentes al control moral, sobre los cuales por ende se muestra prácticamente imposible ejercer ningún influjo. Estas resistencias están por lo general ligadas a proyecciones, entendiendo como ejemplo de proyecciones cuando la gente observa sus propias tendencias inconscientes en otras personas, pudiendo identificar nuestra sombra en estas proyecciones.
La sombra es una parte viviente de la personalidad y quiere entonces vivir de alguna forma. No es posible rechazarla ni esquivarla inofensivamente, sin embargo en la dinámica dada entre la sombra y la conciencia a esta última corresponde aparentemente la mayor intensidad afectiva; en todo caso, ella logra, si quiere temporariamente, por medio de un no desdeñable expendio de energía, reprimir a la sombra.  

Referencia
Jung, C. (1981). El Hombre y sus Símbolos. Barcelona: Caralt.
Dr. Felix Piñerúa Monasterio

martes, 9 de octubre de 2012

Responsabilidad Precoz


Anteriormente la responsabilidad precoz la encontrábamos cuando la familia pasaba por situaciones económicas difíciles y el niño tenía que trabajar desde joven. A los 8-10 años (a veces incluso antes), y siempre antes de la adolescencia, ya se incorporaba de una forma u otra al ámbito de la obligación laboral, viviendo esta situación con un especial deber y necesidad para el bien o ayuda de la familia. Esta situación se sigue contemplando aun en América latina donde la responsabilidad del Estado-social no alcanza de manera idónea a las familias con dificultades socioeconómicas.
La palabra responsabilidad procede de «esponsalis» que quiere decir «ligado» (de ahí el nombre de esposo/a), «que obliga a algo», así hoy las formas de obligación precoz o de presión la encontramos en niños de edad escolar que son sometidos a situaciones de exigencias en notas y actividades complementarias. Esto ha dado lugar en ocasiones a alteraciones psíquicas, reactivas a obtener «un notable», cuando anteriormente los resultados eran siempre de «sobresaliente». Niños con estos rendimientos tan excelentes pueden hacer una reducción existencial de su vivencia de autovalía en relación con las magnificas notas, y además la familia suele sentirse orgullosa de esos buenos rendimientos que pueden utilizar como prototipo de la imagen «buena» de su hijo ante su entorno social. Tener un rendimiento regular o malo es vivido con un intenso sentimiento de fracaso existencial, con gran angustia y vivencia de pérdida de valor ante la familia.
La hiperresponsabilidad precoz puede originar adultos con muy poca «elasticidad psíquica». Aumenta  entonces el riesgo de enfermedad psíquica. Y también puede ocurrir que se vayan al otro extremo, y decidan no querer tener responsabilidad de adultos.

Referencia
Rojo, J. (2011). Comprender la Ansiedad, las Fobias y el Estrés. Madrid: Pirámide.

Dr. Félix Piñerúa Monasterio

lunes, 17 de septiembre de 2012

Las Diosas en la Psicología Masculina


En la psicología profunda las diosas representan las potencias arquetípicas que influyen en el hombre desde el inconsciente. Su efecto sobre el hombre es más sutil pero no menos profundo que el de los arquetipos masculinos. Para ilustrar esto recurriremos a la mitología griega y así tenemos que Afrodita conmueve  al hombre y le inunda  de anhelo amoroso. El hombre se siente arrastrado por la energía arquetípica que la diosa simboliza para buscar la unión con la amada. Si el hombre es particularmente inconsciente la diosa se manifestará a él en el nivel más bajo y groseramente libidinoso. En el nivel más alto, utilizará su poder para impulsarle a la unión con la Divinidad. Si el hombre niega esa energía interior ésta le atormentará más y más, manifestándosele con obsesiones sexuales, ansiedad o depresión. Para algunos hombres Afrodita representa el arquetipo psicológico más importante y hasta cierto punto todos los hombres gravitan hacia el mundo de lo femenino.
Hera significa el arquetipo que defiende, conserva y protege todas las instituciones sociales y que presta coherencia al orden social y que abarca y perpetúa los más altos valores sociales.
Un hombre en el cual prevalece Hera se sentirá atraído por el orden social y su preservación. La institución del matrimonio será importante para él debido a los valores que alimenta y protege, aunque  su relación actual con su esposa pueda tener poca intimidad y profundidad.
Los hombres en quien predomina Artemisa son constantes y dignos de confianza en sus relaciones, aunque algo distantes. El área especial de su relación no es el mundo de la sexualidad y el deseo, sino un firme y duradero compañero.
En Demeter su provincia también es el amor, aunque para los niños más que para los amantes. En un hombre en el que Demeter es una poderosa influencia sentirá una inclinación hacia los niños, será un padre amante y fiel, y protegerá y alimentará a todos los seres jóvenes y desvalidos.
Para Hestia es agradable llevar una vida sencilla y casi invisible. En un hombre la diosa personifica ese instinto que le retira del mundo y que le inclina a procurar  seguridad y comodidad a los sentimientos y al hogar. Encuentra satisfacción disfrutando de los placeres sencillos.
Atenea es la inteligencia y el consejo prudente, un conocimiento de las cosas prácticas, y pensar con rectitud. En un hombre, Atenea personifica la capacidad para vivir con más grandeza de lo que es usual; tenderá a ser heroico, tendrá inventiva y se inclinará por los logros culturales.

Referencia
Sanford, J., y  Lough. G. (2005). Ser Hombre. Barcelona: Kairós.

Dr. Félix Piñerúa Monasterio

viernes, 27 de julio de 2012

Por mi Padre, Que Nunca Fue a París


Por mi padre que nunca fue a París
me reúno con mis amigos tarde por la noche en cafés humosos
para tomar espumosos capuchinos y escuchar
solos de saxo de Coltrane en viejas sinfonolas,
y hablar de las heridas de padres e hijos.

Por padres e hijos
que nunca volvieron al hogar
llego a la profundidad de las palabras para expresar mi
pena,
como un médico de guardia en urgencias que busca a
tientas
la metralla perdida en la carne
de los seres queridos que se desangran.

Por todas las palabras nunca encontradas entre los hombres,
las palabras enterradas y ardientes que nos infectan lentamente,
meto monedas en teléfonos de bares sin nombre
para llamar a los amigos suicidas, a padres turbados,
solitarios hermanos lobos que aúllan a la indiferencia de
la luna,
y ofrecer la mesa redonda de la hermandad.

Por todos los tumores causados por la tristeza,
y todas las úlceras formadas por el odio,
y todo el vacío labrado por la desesperanza,
sondeo a amigos y familia
en busca de historias curativas.

Por mi padre y todos los padres
que nunca vieron París,
un amigo dice, revela,
llega a una herida abierta,
encuentra un fragmento de dorada metralla,
paga con ella el precio del viaje,
y lleva a su padre a Left Bank.

Así, la curación
puede empezar

                                                   por Phil Cousineau

Dr. Félix Piñerúa Monasterio

viernes, 29 de junio de 2012

Arquetipo del Inválido

Actualmente vivimos en un mundo que elogia la perfección, la belleza y la salud. Herederos de la cultura griega donde no existen dioses defectuosos, salvo la presencia de Hefestos quien es cojo, pero el inválido como tal no es aceptado en su cultura. Sin embargo en la cultura germánica podemos mencionar a Thor quien lleva una piedra de molino clavada en la frente, doloroso recuerdo de una temprana batalla y Baldur invencible ante todo excepto ante el muérdago, entre otros, aquí esta cultura remite a su disposición en aceptar sus defectos, al inválido.
Desde la perspectiva de la salud, las deficiencias e incapacidades son sólo problemas temporales que han de ser superados, desde la perspectiva del  inválido son simplemente parte de la vida.
Dado el arquetipo del inválido, también debe haber un complejo del inválido, pues los arquetipos atraen hacia sí partes de la psique y de la experiencia psíquica.
El inválido no debe ser confundido con el arquetipo del niño. El niño, como el inválido, es débil e inferior, carente de las cualidades del adulto. Sin embargo, el niño crece, cambia, deviene adulto, «mata al padre». Tiene un futuro. Conduce a la muerte, a la salud o, incluso, a la invalidez. Es algo temporal, una amenaza pasajera, un percance.  La enfermedad puede perfectamente perjudicar el funcionamiento psíquico o físico, pero es aguda, dinámica, temporal. En cambio la invalidez no lleva a ninguna parte, ni a la muerte ni a la salud. Es una deficiencia crónica, permanente.
El arquetipo del inválido puede ser muy provechoso para la persona que lo ha de vivir. Permite contrarrestar la arrogancia y cultivar la modestia. Como las debilidades y flaquezas ya tienen su cuota, se hace posible desarrollar cierta espiritualidad. La invalides es un continuo, un enfrentamiento permanente con las limitaciones físicas y psíquicas. No deja escapatoria hacia las fantasías de salud o lejos de la conciencia de la muerte. Promueve la paciencia y frena la actividad obsesiva. En cierto modo, es un arquetipo muy humano.
Dado que el arquetipo del inválido subraya la dependencia humana y nos obliga a aceptar nuestra mutua necesidad respecto a los demás, es un factor importante en las relaciones. Conocer nuestras propias deficiencias y debilidades, nuestra propia invalidez, nos ayuda a darnos cuenta de nuestra eterna dependencia de alguien o algo. En el fondo de nosotros mismos todos somos conscientes de nuestros defectos y flaquezas, de nuestra invalidez. Pero reprimimos esta conciencia con todos los medios a nuestro alcance.
Ignorar o denigrar a un arquetipo es invitar su cólera y su venganza, y el arquetipo del inválido no es una excepción. Parece que cuanto más nos esforzamos en curar pacientes crónicos o psicosomáticos, más desesperadamente se resisten. Se vuelven más tiránicos y exigentes y nos piden más tiempo y atenciones. Lejos de conducirlos a la salud, nuestros esfuerzos parecen agravar su estado. Nuestra incapacidad de aceptar el inválido en cada uno de nosotros, nuestra fantasía de que los seres humanos deberían ser tan sanos como aquellos idealizados dioses griegos, es lo que nos impide afrontar al arquetipo del inválido.

Referencia
Guggenbühl-Craig, A. (2007). El Inválido en Espejos del Yo. Barcelona: Kairós.

Dr. Félix Piñerúa Monasterio

domingo, 27 de mayo de 2012

El Espíritu Fálico y la Psique Masculina


Príapo, el dios Falo, en la mitología griega es considerado hijo de Dionisos y Afrodita. Se dice que ésta había cedido a los abrazos de Dionisos, pero durante la expedición de éste a la India le fue infiel y vivió con Adonis. A la vuelta de Dionisos, Afrodita volvió a su lado, pero pronto le abandonó de nuevo y marchó a Lámpsaco para dar a luz al hijo del dios. Hera, decepcionada por la conducta de Afrodita, la tocó y su poder mágico hizo que alumbrase un hijo extremadamente feo y con unos genitales inusualmente grandes. Fue abandonado por Afrodita y recogido por unos pastores, que le criaron. Era adorado en Lampsaco, en fiestas que tenían el carácter de orgías. Es también el dios de la fertilidad de los campos, del cultivo de las viñas, de la fertilidad de los ganados, del trabajo de de las abejas, etc.
Arquetipalmente el espíritu fálico, como el pene, funciona de manera autónoma, independiente del control de la mente racional. Aunque aparentemente el pene puede ser manipulado para que actúe, sin duda tiene una voluntad propia capaz de resistir todas las argucias de la mente racional (el ego). Sin embargo, la actitud y la relación del ego respecto al pene puede causar cambios profundos en las relaciones de este órgano primario de la sexualidad masculina.
Si aceptamos la idea de que el pene es un órgano que se halla especialmente bajo la influencia del espíritu fálico, podemos deducir algo acerca de la naturaleza de este dios, Falo. Reconoceremos, sobre todo, su cualidad esencialmente impredecible. En la experiencia, parece manifestarse como una afluencia o empuje repentino y poderoso que viene del interior, fluyendo rápidamente con el deseo para contactar con otro objeto, ya sea una idea, una imagen, otra persona o un objeto inanimado. Mientras que el deseo del espíritu femenino Útero es ser penetrado, recibir y abrazar, el deseo de Falo es siempre ir hacia la penetración de un ámbito desconocido. Todo aquel que teme salir de estructuras viejas y estables hacia áreas que son nuevas, desconocidas y aún sin formar, temerá el influjo repentino e irracional de Falo. Por tanto, la relación adecuada con este espíritu es esencial para el cambio y el desarrollo psicológico. A la vez, es un espíritu que siempre se mueve: curioso, impulsivo, explosivo, atrevido pero incapaz de compromiso; rebosante de la alegría de su propio poder y listo para usarlo contra todo lo que se ponga en su camino, despreocupado de cuidar y nutrir las relaciones humanas a menos que el Eros lo atempere y lo contenga.
El Eros y el Falo a menudo son difíciles de distinguir porque ambos son fuerzas vitales fundamentalmente activas e iniciadoras. Ambos viven como una fuerza que nos lleva de donde estemos hacia otro objeto o persona. Sin duda, hay una estrecha relación entre Falo y Eros. Tal vez Falo es la fuente primaria de la energía que hay en cada emoción que motiva al hombre a moverse, actuar, iniciar. Quizá la principal diferencia es que Eros siempre es un deseo de fundirse, unir, mientras que Falo es primariamente un deseo de penetral y explorar. Además, Eros siempre despierta un gran interés por conservar la belleza e integridad del otro, mientras que Falo carece de tal interés; en su forma pura tiende a violar y en última instancia a destruir el objeto de su fascinación.

Referencias
Fontán, R. (1981). Diccionario de la Mitología Mundial. Madrid: Edaf.
Stein, R. (2007). El Falo y la Psicología Masculina en Espejos del Yo. Barcelona: Kairós.

Dr. Félix Piñerúa Monasterio

lunes, 14 de mayo de 2012

Imagen Arquetipal del Eterno Adolescente


El niño-dios Iacchus, llamado el puer aeternus, es un dios de la vida, la muerte y la resurrección – el dios de la divina juventud, correspondiente a dioses orientales como Tammuz, Attis y Adonis. Esta imagen arquetipal también puede designar cierto tipo de hombre joven que tiene un destacado complejo materno y por tanto una serie de comportamientos característicos que son normales en un joven de dieciséis o diecisiete años que si se prolongan en la vida posterior, acompañada en muchos casos de una dependencia excesiva de la madre, tipifica dos perturbaciones con un destacado complejo materno, como señala Jung, la homosexualidad y el donjuanismo, en el último caso hay un anhelo eterno de la mujer maternal que le rodeara con sus brazos y satisfará todas sus necesidades.
El puer aeternus generalmente experimenta grandes dificultades para adaptarse a la situación social, sintiéndose especial en ellos surge una actitud arrogante hacia otras personas, debido tanto a un complejo de inferioridad como a falsos sentimientos de superioridad. Tales personas suelen tener grandes dificultades para encontrar el tipo adecuado de trabajo. A menudo esta neurosis va acompañada, en mayor o menor grado, de un complejo de salvador o mesías. Esto puede levar a una típica megalomanía. Una fascinación por deportes peligrosos, especialmente el vuelo y el alpinismo, dirigido a alcanzar lo más alto posible; ello simboliza el escapar de la madre: de la tierra, de la vida ordinaria. Cuando el complejo está muy pronunciado, muchos de estos hombres mueren a temprana edad en accidentes.
A los pueri no les suelen gustar los deportes que exigen paciencia o un largo aprendizaje, suelen ser de naturaleza muy impaciente. Lo único que rechazan absolutamente es asumir responsabilidad por algo o tener que cargar con el peso de una situación. Suelen tener temas interesantes de que hablar y producen un efecto estimulante sobre el oyente; no les gustan las situaciones convencionales; formulan preguntas profundas y van directamente en pos de la verdad; generalmente buscan una religión genuina. El encanto juvenil del puer aeternus suele prolongarse a las etapas posteriores de la vida.
Hay otro tipo de puer en el que no se aprecia el encanto de la eterna juventud y a través del cual no brilla el arquetipo de la juventud divina. Por el contrario, vive en un continuo aturdimiento soñoliento, lo cual también es una característica adolescente: el muchacho somnoliento e indisciplinado que se limita a ir vagando por ahí, con su mente deambulando de un lado para otro. Pero el aturdimiento soñoliento es sólo un aspecto externo, y si conseguimos atravesarlo encontramos una prolífica fantasía que guarda en su interior.
El análisis de un puer aeternus llega tarde o temprano al problema del trabajo. Sólo cuando el ego se ha fortalecido suficientemente puede superarse el problema y se da la posibilidad de empeñarse en el trabajo. Todo trabajo, incluido el trabajo creativo, contiene cierta cantidad de rutina aburrida, que es donde el puer aeternus huye y llega de nuevo a la conclusión de que «¡no es esto!»

Referencia
Von Franz, M. (2007). Espejos del Yo. Barcelona: Kairós.

Dr. Félix Piñerúa Monasterio

miércoles, 18 de abril de 2012

Pandora y la Esperanza


En la mitología griega el Titán Prometeo era hijo de Jápeto y la oceánide Asia o en otras versiones de la oceánide Clímene. Era hermano de Atlas, Epimeteo y Menecio, a los que superaba en astucia y engaños
Prometeo fue el gran benefactor de la humanidad y para ello a través del engaño robo a Zeus valiosos beneficios en pro de la humanidad. El primer engaño fue cuando al realizar el sacrificio de un gran buey que dividió a continuación en dos partes: en una de ellas puso la piel, la carne y las vísceras, que ocultó en el vientre del buey y en la otra puso los huesos pero los cubrió de apetitosa grasa. Dejó entonces elegir a Zeus la parte que comerían los dioses. Zeus eligió la capa de grasa y se llenó de cólera cuando vio que en realidad había escogido los huesos. Desde entonces los hombres queman en los sacrificios los huesos para ofrecerlos a los dioses, pero la carne se la comen. Indignado por este engaño, Zeus privó a los hombres del fuego. Por lo que Prometeo decidió robarlo, así que subió al monte Olimpo y lo cogió del carro de Helios o de la forja de Hefesto y lo consiguió devolver a los hombres en el tallo de una cañaheja, que arde lentamente y resulta muy apropiado para este fin. De esta forma la humanidad pudo calentarse.
Para vengarse por esta segunda ofensa, Zeus planifico un engaño y ordenó a Hefesto que modelara una imagen con arcilla, con figura de encantadora doncella, semejante en belleza a las inmortales, y le infundiera vida. Pero, mientras que a Afrodita le mandó otorgarle gracia y sensualidad, y a Atenea concederle el dominio de las artes relacionadas con el telar y adornarla, junto a las Gracias y las Horas con diversos atavíos, a Hermes le encargó sembrar en su ánimo mentiras, seducción y un carácter inconstante. Ello, con el fin de configurar un "bello mal", un don tal que los hombres se alegren al recibirlo, aceptando en realidad un sinnúmero de desgracias, a esta mujer la nombro Pandora, y la envió por medio de Hermes a Epimeteo, el hermano de Prometeo, en cuya casa se encontraba la jarra o ánfora que contenía todas las desgracias (plagas, dolor, pobreza, crimen, etcétera) con las que Zeus quería castigar a la humanidad. Epimeteo se casó con ella para aplacar la ira de Zeus por haberla rechazado una primera vez a causa de las advertencias de su hermano Prometeo quien le había advertido no aceptar ningún regalo de Zeus, de lo contrario les sobrevendría una gran desgracia a los mortales, pero no escuchó a su hermano y la aceptó, dándose cuenta muy tarde de la astucia del padre de los dioses. Pandora terminaría abriendo el ánfora, tal y como Zeus había previsto, liberando todas las desgracias humanas. El ánfora (posteriormente se habla de caja) se cerró justo antes de que la esperanza fuera liberada.
Etimológicamente el vocablo esperanza se deriva del latín “esperare”, esperar, lo que implica creer que algo ha de suceder, desear algo, permanecer en un sitio donde se cree que ha de ir alguna persona o ha de ocurrir algo, parar en una actividad hasta que suceda algo. Y en Teología una gracia o don de dios; una virtud religiosa que permite al hombre confiar en que Dios hará lo mejor para su vida, y con la ayuda de él, alcanzará la eterna felicidad. Como podemos notar la esperanza es un estado psicológico donde el hombre se paraliza en la creencia de que algo ocurra con la confianza de que esto sea bueno para él, y no es el producto de su planificación y acción. Ahora bien si la caja de Pandora albergaba todos los males y era producto del engaño y la venganza, como es posible que nos refugiemos en la esperanza y no en nuestras decisiones, planificaciones y acciones.

Referencias
Graves, R. (2009). Los Mitos Griegos. Madrid: Alianza Editorial.
Hesíodo. (2006). Teogonía y Trabajos y Días. Buenos Aires: Losada.

Dr. Félix Piñerúa Monasterio

sábado, 7 de abril de 2012

La Paradoja del Apego


El principio del placer ciertamente mueve al hombre en sus relaciones, mas esto desde el punto de vista psicoafectivo no es lo único y suficiente para establecer relaciones de apego, pues no basta con satisfacer las necesidades del otro, a veces hasta podríamos decir lo contrario: lo que aumenta el apego es el alivio de un sufrimiento y no la satisfacción de un placer. Por lo que para experimentar la felicidad de amar, ¡primero hay que haber sufrido una perdida afectiva! Así la figura que aporta el consuelo adquiere un lugar sobresaliente en la psique del doliente. Un ser vivo que no sufriera ni dolor físico ni pena por la falta de algo no tendría ninguna razón para apegarse a otro.
También es importante hacer notar que cuando no hay nadie que prodigue cuidados porque quien debía hacerlo ha muerto o padece una enfermedad grave o porque existe la creencia de que hay que aislar a los niños para que no se vuelvan caprichosos y malcriados, el pequeño privado de alteridad sólo encuentra, como sustituto, su propio cuerpo. Se balancea, hace girar la cabeza, se chupa el pulgar o se golpea para sentirse un poco vivo. Sobreviviendo como puede, no encuentra la ocasión de salirse de sí mismo para descubrir el mundo de otra persona. Su capacidad para la empatía no puede desarrollarse pues, en semejante contexto, sólo se tiene a sí mismo. Así cuando las representaciones del otro son impensables y la empatía no puede ir más lejos, el sujeto se vuelve autocentrado pues el mundo del otro le resulta inaccesible.
A menudo es el sujeto mismo quien teme descentrarse y, en el vacío de representación del otro, el hombre sin empatía pone sus propias representaciones. La proyección es un proceso psíquico íntimo que se da entre dos organismos. Es una operación por la cual un sujeto expulsa de sí mismo y localiza en el otro cualidades, sentimientos, deseos, etc., que los son propios. Cuando ya no hay diferenciación entre uno mismo y el otro porque no hay otro o porque el sujeto es funcional, tampoco hay lugar para la empatía. La proyección revela un trastorno del desarrollo cuando el sujeto, al no poder representarse el mundo del otro, le atribuye sus propios deseos de amor o de odio, de protección o de persecución.
Cuando se da el caso de que el otro no ofrece seguridad porque también él está en dificultades a causa de una depresión, de una personalidad inquieta o de un trauma que le atemoriza, el pequeño se apega a un objeto perturbador que se transforma así en una base de inseguridad, de manera tal que a su lado se siente mal y lejos de él se siente ansioso.
Referencia
Cyrulnik, B. (2007). De Cuerpo y Alma. Neuronas y Afecto. Barcelona: Gedisa.

Dr. Félix Piñerúa Monasterio

lunes, 5 de marzo de 2012

Biología del Amor


Se habla de la biología del amor en cuando en el encuentro amoroso se produce hormonas relacionadas con el mismo, así tenemos que la oxitocina, una hormona y un neuropéptido, sintetizada por células neurosecretoras en el núcleo supraóptico y el núcleo paraventricular del hipotálamo, desencadena la contracción del útero y la liberación de la leche. Pero cuando se introduce en el organismo una sustancia que impide la acción de la oxitocina, una hembra ya no se apega a su compañero. El producto no impide el acto sexual, pero adormece las respuestas del sistema límbico.
El acto sexual mismo también estimula la secreción de oxitocina, lo cual explica el carácter espasmódico del placer físico puesto que esta sustancia contrae el útero y algunos otros músculos. Si hay un déficit de los circuitos límbicos de la memoria o si la especie segrega sustancias antioxitocina, después del acto sexual, el compañero pasa a ser un desconocido. Los machos segregan menos oxitocina, pero son, en cambio, más sensibles a la vasopresina, una hormona neurohipofisaria que es liberada desde el lóbulo posterior de la glándula pituitaria en respuesta a una reducción del volumen del plasma o en respuesta al aumento de la osmolaridad en el plasma. Cuando se les ha bloqueado esta hormona, ya no se apegan a la hembra, aunque continúan mostrándose agresivos con los machos intrusos.
El acto sexual humano responde a un encuentro entre un estimulo externo y una receptividad interna. Pero sólo se prolongará en un vínculo de apego si participa un mecanismo de memoria. Ciertas personas no poseen esta memoria a causa de fallas biológicas. Otros tienen miedo al vínculo por razones psicológicas. Y la cultura por su parte, organiza circuitos sociales que alientan ese vínculo, como en Occidente, o que lo descalifican, como en la antigua Roma. Para complicar aún más las cosas, se ha podido medir que una caricia física aumenta en la mujer la secreción de oxitocina, tanto como una caricia verbal, pero menos que el aumento hormonal que provocan el amamantamiento o el placer sexual.
La oxitocina es un péptido de nueve aminoácidos (un nonapéptido). Su secuencia es cisteína - tirosina - isoleucina - glutamina - asparagina - cisteína - prolina - leucina – glicina. La estructura de la oxitocina es muy similar a la de la vasopresina (cisteína - tirosina - fenilalanina - glutamina - asparagina - cisteína - prolina - arginina - glicina), también un nonapéptido con un puente disulfuro, cuya secuencia difiere de la de la oxitocina en solo dos aminoácidos.
Un placer compartido aumenta la oxitocina, cuyo receptor más sensible se encuentra en el hipocampo de los circuitos de la memoria. Esto implica que el hecho de desear a alguien provoque una emoción sexual al mismo tiempo que un mejoramiento de la memoria. La asociación del bienestar y la memoria explica el poder euforizante de la familiaridad.

Referencia
Cyrulnik, B. (2007). De Cuerpo y Alma. Neuronas y Afecto. Barcelona: Gedisa.

Dr. Félix Piñerúa Monasterio

sábado, 25 de febrero de 2012

Teoría Psicosocial Sobre el Desarrollo de la Personalidad


Aunque de formación psicoanalítica Erik Erikson establece relación con los antropólogos Ruth Benedict, Margaret Mead y Gregory Bateson. Y es a partir de estas relaciones entre el psicoanálisis y la antropología que establece que el desarrollo de la personalidad se da en una intima relación entre la indudable influencia de la familia, la clase social, la sociedad y lo interpersonal. En este devenir establece su concepto de desarrollo del ciclo de vida en ocho estadios diferentes. Para él cada estadio implica un conflicto emocional paradójico, que necesita ser confrontado y resuelto antes de que la persona pueda avanzar exitosamente hacia el siguiente estadio.
Estadio I. Infancia: confianza básica frente a desconfianza. Desde el nacimiento hasta los 18 meses aproximadamente.
La confianza se construye a través de la calidad de las relaciones con el cuidador. Es un estado de estar y responder a la monotonía y continuidad de los cuidadores del exterior pero también la creencia en uno mismo y en la capacidad de los órganos propios para enfrentar estos impulsos. Se desarrolla el vínculo que será la base de sus futuras relaciones con otras personas. Erikson pone de relieve que los aspectos culturales pueden ser tan importantes como los instintos. Lo que es bueno para los niños y lo que les puede suceder, depende en lo que se han de convertir y dónde.
Estadio II. Primeros años de la infancia: autonomía frente a vergüenza y duda. Desde los 18 meses a los 3 años.
Considera Erikson que es una fase en la que hay un énfasis en el logro de una musculatura general y no sólo un control de esfínter. En este estadio el niño lucha por la autonomía y por la creciente capacidad de agarrar y soltar, con criterio, de aguantar de pie. El niño empieza a experimentar su propia voluntad autónoma experimentando fuerzas impulsivas que se establecen en diversas formas en la conducta del niño, y se dan oscilando entre la cooperación y la terquedad, las actitudes de los padres y su propio sentimiento de autonomía son fundamentales en el desarrollo de la autonomía del niño. Este autor piensa que las necesidades del adulto necesitan ser firmes pero tolerantes, pero que la dignidad y la autonomía del niño son dependientes de la dignidad de los padres en la jerarquía social. Considera que gran parte de la vergüenza y la duda, la humillación e incertidumbre que se despierta en los niños son consecuencia de las frustraciones de los padres en el matrimonio, en el trabajo y como ciudadanos.
Estadio III. Edad del juego: iniciativa frente a culpa. Desde los 3 hasta los 5 años aproximadamente.
En este estadio el niño se ha identificado a sí mismo como una personita, pero debe averiguar qué tipo de persona quiere ser. Esto se da cuando los padres “poderosos y bellos” se convierten en el modelo a imitar.
Al mismo tiempo que el desarrollo motor, el lenguaje y la imaginación, el niño desarrolla un sentido de iniciativa intacto. El niño se convierte en un intruso, invade el espacio de otros, a veces con ataques físicos, y adquiere conocimiento con una curiosidad avasalladora.
Hay una curiosidad sexual infantil, y Erikson suscribe la teoría freudiana de Edipo. La rivalidad, el sentimiento de celos por la atención de uno de los padres y el inevitable fracaso de esto, conduce a la culpa así como también al miedo y la ansiedad.
También se comienza a desarrollar la conciencia. Esta conciencia puede causar inhibición, regresión y resentimiento si los padres no cumplen con los niveles de los que son partidarios. El niño puede convencerse de que es innatamente malo, hecho que puede conducir a la autodestrucción, a la hiperactividad o a una constante necesidad de probarse a sí mismo. Es extremadamente importante que los cuidadores alimenten un sentido de valía y responsabilidad por iniciativa propia tal como hacer cosas con el niño y con otros niños. Los niños necesitan sentir la misma valía a pesar de ser diferentes en tipo, función o edad, para permitir “un cultivo pacifico de iniciativa”.
Estadio IV. Edad escolar; laboriosidad frente a inferioridad. Desde los 5 hasta los 13 años aproximadamente.
Es la etapa en la que el niño comienza su instrucción preescolar y escolar, el niño está ansioso por hacer cosas junto con otros, de compartir tareas, de hacer cosas o de planearlas, y ya no obliga a los demás niños ni provoca su restricción. Posee una manera infantil de dominar la experiencia social experimentando, planificando, compartiendo. Erikson piensa que niños diferentes pueden desarrollarse entre el deber y el juego, y que las escuelas necesitan abrir paso a un curso intermedio entre el trabajo y el juego.
El juego puede ayudar a un niño a restablecer un sentido de dominio e introducirle en un mundo compartido con otros. Le ayuda a ominar la experiencia a través de mediar, experimentar, planificar y compartir.
Hay un peligro en este estadio del desarrollo de un sentimiento de inferioridad, en particular si los conflictos previos de los primeros estadios no han sido resueltos. Los niños todavía pueden querer estar con la madre o pueden no ser reconocidos por los profesores, por lo que primero han aprendido a hacer bien en casa.
Erikson integra su conciencia social y cultura en su modelo, señalando que éste es el periodo en el que un niño puede hacerse consciente de que la clase social o procedencia étnica de sus padres pueden decidir su vida social. Es esta edad en la que se puede dañar profundamente el sentido de identidad del niño.
Estadio V. Adolescencia: identidad frente a difusión de identidad. Desde los 13 hasta los 21 años aproximadamente.
La adolescencia es el período en el que el joven intenta formar una identidad del ego duradera que es la experiencia acumulada por la capacidad del ego para integrar todas las identificaciones con las vicisitudes de la libido, con las aptitudes desarrolladas fuera de contexto, y las oportunidades ofrecidas en los roles sociales. Toda la continuidad y la certeza de la infancia se cuestionan. Además, los cambios provocados por la madurez física y genital en la adolescencia coinciden con la necesidad del adolescente de consolidar los roles sociales. Los adolescentes pueden preocuparse obsesivamente de cómo parecen ante sus iguales, quieren presentar una imagen “correcta” pero sienten que en su interior son realmente alguien diferente de su fachada externa se preguntan cómo integrar los primeros roles en su sentido de identidad. Necesitan desarrollar un sentido de identidad del ego tal que no sientan una discrepancia entre su propio sentido de quien son y su concepto de cómo parecer ante los demás.
Este sentido de identidad puede ser validado por el reconocimiento verdadero de adultos significativos más que por elogios vacios y ánimo condescendientes. El adolescente necesita reconocer que su manera individual de dominar las experiencias es una variante exitosa de la manera en que otros adolescentes de su entorno dominan tal experiencia.
La identidad del ego se desarrolla a través de una integración gradual de todas las identificaciones tempranas, pero el todo tiene cualidades diferentes a la suma de sus partes.
La difusión de identidad, provoca mucho de los problemas experimentados por los adolescentes. Esto se da cuando al adolescente le asaltan dudas sobre su identidad étnica, sexual, religiosa o de clase.
El sentido de identidad del adolescente puede verse afectado por la exposición a la intolerancia, de la diferencia y la estandarización del estilo de vida que experimentan sus iguales en la escuela secundaria.
Erikson subraya la importancia del empleo en este periodo. En la situación común en la que la gente joven no puede ni encontrar ni asentar una identidad profesional (o incluso un empleo de cualquier tipo), a menudo vuelven a la pandilla, la camarilla o el clan. Esto les puede llevar a una confusión completa de sí mismos, y como resultado, pueden volverse increíblemente intolerantes o crueles con quien son “diferentes”.
Una identidad del ego gradualmente emergente es el único reguardo en la adolescencia contra la anarquía de los impulsos, así como la autocracia de su conciencia, que es el residuo interno de su impotencia pasada en relación con sus padres.
Estadio VI. Primeros años de la vida adulta: intimidad frente a aislamiento. Desde los 21 hasta los 40 años aproximadamente.
Es solamente después de que un joven ha establecido un sentido real de identidad cuando puede darse la verdadera intimidad con el otro. La intimidad es la capacidad de comprometerse, concretar afiliaciones y relaciones de pareja y desarrollar valores éticos para atenerse a tales obligaciones, incluso cuando éstos pueden exigir sacrificios significativos.
La alternativa a la intimidad es el distanciamiento, la disposición para destrozar a aquellas personas y fuerzas que parecen amenazar la propia identidad. Este tipo de comportamiento puede ser una extensión de la intolerancia a la diferencia reactiva en la adolescencia; a menudo aflora y explota en política y en la guerra. Algunas veces las relaciones íntimas, competitivas y combativas se pueden vivir a favor y en contra de las mismas personas.
Estadio VII. Edad adulta: generatividad frente a estancamiento. Desde los 40 hasta los 60 años aproximadamente.
Los compañeros sexuales que tienen unas relaciones sexuales completas pronto desearán combinar sus personalidades y energías en la procreación y en el cuidado de la descendencia; Erikson lo denomina generatividad.
Si las personas no engranan con este estadio pueden experimentar una necesidad obsesiva por la pseudointimidad con un extenso sentido de estancamiento y empobrecimiento interpersonal. Erikson observo que la mayoría de padres que trató para orientarlos sobre sus hijos, sufrían una incapacidad para desarrollar este período. Culpa a las experiencias negativas en la primera infancia, a una mala identificación con los padres, un excesivo autoamor y, la falta de padre.
Estadio VIII. Vejez: Integridad frente a desesperanza. Desde aproximadamente los 60 años hasta la muerte.
La integridad puede conseguirla solamente quien de alguna manera haya cuidado de las personas y de las cosas y se haya adaptado a los triunfos y decepciones partidarios de ser los creadores de otros o los generadores de productos e ideas.
La desesperanza y el miedo a la muerte significan la falta o la perdida de esta integración del ego. Esta desesperanza puede tomar la forma de indignación, misantropía y desprecio por las instituciones y las personas, y refleja el propio desprecio individual hacia sí mismo.
La integración del ego implica la integración emocional, que incluye tanto la dependencia como el liderazgo. Implica una conciencia de la relatividad de todos los diferentes estilos de vida pero también una disposición de defender la dignidad de su propio estilo de vida contra toda amenaza física o económica.
Erikson concluyó que cada persona adulta escoge equilibrar un sentido de sabiduría de toda la vida con los sentimientos legítimos de cinismo y desesperanza. Así, la persona mayor puede conseguir una integración final.

Referencia
Simanowitz, V. y Pearce, P. (2006). Desarrollo de la Personalidad. Madrid: Mc Graw Hill.

Dr. Félix Piñerúa Monasterio

martes, 21 de febrero de 2012

Teoría Psicogenética Sobre el Desarrollo I


Fue desarrollada por el psicólogo experimental y biólogo suizo Jean Piaget, quien habla de cuatro etapas del desarrollo cognitivo.
La primera de las cuatro etapas propuesta por Piaget es la Etapa Senso-motor, porque, a falta de función simbólica, el lactante no presenta todavía pensamiento ni afectividad ligada a representaciones que permitan evocar las personas o los objetos ausentes. Esta etapa que va del nacimiento a los dos años de edad, los niños aprenden acerca de ellos mismos y su mundo mediante su actividad sensorial y motora en desarrollo. Los bebés pasan de ser criaturas que responden principalmente a partir de reflejos y conductas aleatorias a ser niños orientados hacia metas. A falta de lenguaje y de función simbólica, las construcciones se efectúan apoyándose exclusivamente en percepciones y movimientos, esto es, mediante una coordinación senso-motora de las acciones, sin que intervengan las representaciones o el pensamiento.
La etapa senso-motora consta de seis subetapas o estadios que fluyen de una a la otra conforme los esquemas del niño, o patrones organizados de conducta, se hacen más elaborados. Durante los primeras cinco estadios los niños aprenden a coordinar la entrada de sus sentidos y a organizar sus actividades en relación con el ambiente. Logran esto mediante los procesos de organización (la tendencia a crear estructuras cognitivas cada vez más complejas que incorpora imágenes cada vez más precisas de la realidad), adaptación (la forma en que los niños manejan nueva información a la luz de lo que ya saben. La adaptación involucra dos pasos: asimilación, que es tomar la nueva información e incorporarla en estructuras cognitivas ya existentes y acomodación que es cambiar las estructuras cognitivas para incluir la nueva información) y equilibrio (el esfuerzo constante por alcanzar un balance estable, rige el paso de la asimilación a la acomodación). Durante la sexta y última subetapa progresan del aprendizaje por ensayo y error al uso de símbolos y conceptos para resolver problemas sencillos.
Gran parte de este crecimiento cognoscitivo temprano se produce mediante reacciones circulares en las cuales el niño aprende a reproducir acontecimientos placenteros o interesantes descubiertos originalmente por azar.
Estadio I (del nacimiento al primer mes) los neonatos empiezan a ejercer algún control sobre sus reflejos innatos.
Estadio II (del primero al cuarto mes) los niños aprenden a repetir una sensación corporal agradable obtenida al principio por azar. Piaget llamó a esto reacción circular primaria. Además, empiezan a girar hacia los sonidos, mostrando la habilidad para coordinar diferentes tipos de información sensorial.
Estadio III (aproximadamente de los 4 a los 8 meses) coincide con un nuevo interés por manipular objetos y aprender acerca de sus propiedades. Los niños practican reacciones circulares secundarias: acciones intencionales repetidas no sólo por sí mismas, como en el estadio II, sino para obtener resultados más allá del cuerpo del niño.
Estadio IV, coordinación de esquemas secundarios (aproximadamente de los 8 a los 12 meses), los niños empiezan a elaborar a partir de los pocos esquemas con que nacieron. Han aprendido a generalizar de la experiencia pasada para resolver nuevos problemas, y pueden distinguir los medios de los fines. Gatearán para obtener algo que desean, lo agarraran, o apartan la berrera interpuesta. Prueban, modifican y coordinan esquemas previos para encontrar uno que funcione. Este estadio marca el desarrollo de la conducta compleja dirigida a metas.
Estadio V (de 12 a 18 meses), los niños comienzan a experimentar con nuevas conductas para ver lo que sucederá. Una vez que empiezan a caminar pueden explorar su ambiente con mayor facilidad. Ahora practican reacciones circulares terciarias, variando una acción para obtener un resultado similar en lugar de un sólo repetir una conducta placentera que han descubierto por accidente. Por primera vez los niños muestran originalidad en la solución de problemas. Por medio del ensayo y error intentan conductas hasta que encuentran la mejor forma de alcanzar una meta.
Estadio VI, combinaciones mentales (de 18 meses a 2 años) es una transición a la etapa preoperacional. Se desarrolla la habilidad de representación –la capacidad para representar en la mente los objetos y eventos de la memoria, principalmente mediante símbolos como palabras, números e imágenes mentales- La capacidad para manipular los símbolos libera a los niños de la experiencia inmediata. Ahora practican la imitación diferida, imitan acciones que ya no ven frente a ellos. Pueden simular. Pueden pensar en acciones antes de realizarlas.
Etapa Preoperacional (de los 2 a los 7 años), recibe este nombre porque los niños todavía no están listos para realizar las operaciones, o manipulaciones, mentales que requiere el pensamiento lógico, aunque representa un salto cualitativo en la forma de pensar porque trae consigo la función simbólica, donde el niño utiliza símbolos para representar objetos, lugares y personas; puede retroceder y avanzar en el tiempo. El uso del símbolo es una marca universal de la cultura humana. Sin símbolos la gente no podría comunicarse verbalmente, hacer cambios, leer mapas, etc.
En esta etapa el niño puede comprender que aunque algunas cosas cambien de forma, tamaño o apariencia, siguen siendo lo mismo, a esto se le conoce como comprensión de las identidades, así el niño toma conciencia. También desarrolla la comprensión de las funciones donde puede establecer la relación entre dos hechos.

De acuerdo a Piaget una de las características principales del pensamiento preoperacional es la centración, que es la tendencia a concentrarse en un aspecto de una situación y descuidar el resto.
También son características de esta etapa la irreversibilidad que consiste en la imposibilidad de pensar que una acción mental puede ir en ambos sentidos. por ejemplo, no puede comprender el concepto de restaurar la situación original al verte un liquido de un recipiente a otro de forma diferente, aun sabiendo que la cantidad de liquido es la misma. El enfoque en una situación, aquí el niño todavía se enfoca en situaciones sucesivas sin enlace, es decir, no puede comprender la transformación de un estado a otro, no comprende el cambio. La acción más que la abstracción, el niño piensa y aprende mediante un despliegue de secuencias de la realidad, tal como lo haría si estuviera actuando realmente. Resultado de ello es su excesivo realismo, que atribuye a los sueños. Y el egocentrismo, donde el niño no puede asumir el papel de otras personas. Esto es causado por la incapacidad para tratar simultáneamente varios aspectos de una situación.


Referencias
Papalia, D., Wendkos, S. y Duskin, R. (2004). Desarrollo Humano. México: Mc Graw Hill.
Piaget, J. e Inhelder, B. (2000). Psicología del Niño. Madrid: Morata.

Dr. Félix Piñerúa Monasterio