jueves, 15 de diciembre de 2011

Los Años Venideros – La Senectud


El superar los 50 años implica una serie de cambios físicos, psicológicos y socioculturales relacionados con cambios en todos los órganos, incluyendo el cerebro. Con el paso del tiempo, empieza una serie de modificaciones cognitivas que involucran la memoria, el lenguaje, la percepción y la atención. De igual forma se dan cambios emocionales. Al respecto existe la definición de “envejecimiento exitoso”, referida a personas de edad avanzada que presentan una ejecución apropiada en pruebas cognoscitivas, pero más importante llevan una vida relativamente normal. Por el contrario, quienes presentan una caída acelerada en sus habilidades cognoscitivas llegarán a presentar una demencia de tipo Alzheimer (DTA). De hecho, las diferencias entre el envejecimiento normal y la DTA son más cuantitativas que cualitativas. En esta última, los cambios cognoscitivos ligados al envejecimiento aumentan en términos patológicos.
En relación a la percepción, la agudeza visual y auditiva disminuyen, hipermetropía, cataratas e hipoacusia se hacen presentes. Se han señalado también dificultades en la exploración visual. Hay problemas para integrar la información visual, y se necesita más tiempo para reconocer e integrar estímulos, por lo que la velocidad perceptual se ve disminuida y hay lentificación de las respuestas. El olfato y el gusto no parecen cambiar mucho a través del tiempo, mientras que el tacto después de los 70 presenta una disminución en el reconocimiento táctil formal y en la discriminación de intensidades dolorosas.
Los años venideros se relacionan con una disminución en la capacidad de memoria y aprendizaje. Este deterioro es lento en el envejecimiento normal, pero acelerado en caso de demencia. Uno de los aspectos más sobresaliente es la dificultad para recordar hechos recientes, a pesar de describir con relativa facilidad eventos antiguos.
Con respecto al lenguaje es claro que las funciones lingüísticas se ven poco afectadas. Es común que la memoria semántica se conserve mientras la memoria episódica sufra un mayor deterioro.
Aunque el término “inteligencia” es discutible, podemos decir que la inteligencia cristalizada (es decir, la información general y el vocabulario) que permite expresar conocimientos previamente adquiridos se mantiene, mientras que la inteligencia fluida que nos permite utilizar la información actual para solucionar nuevos problemas se ve disminuida, así el joven aventaja al anciano en aquellas tareas y problemas requieren el uso versátil de la información actual, mientras que el anciano podrá recurrir a la experiencia y conocimientos previos para resolver problemas.
La flexibilidad cognoscitiva y la capacidad de formar conceptos no se deteriora sino a partir de los 70 años, en promedio. Esta capacidad suele asociarse con la función de los lóbulos frontales. Es interesante hacer notar que los ancianos con mayor nivel educativo presentan un mejor rendimiento que sus congéneres con niveles educativos más bajos.
En lo emocional la tendencia a la depresión constituye la alteración afectiva más frecuente. Los estados emocionales pueden afectar el funcionamiento cognoscitivo. Debemos decir que los cambios emocionales negativos están más vinculados a factores socioculturales. Así, por ejemplo, en culturas donde el envejecimiento se relaciona con aspectos positivos, como la adquisición de más experiencia (los sabios de la comunidad), los ancianos son más activos y tiene menos cambios emocionales.
Con la edad se registran cambios en el tamaño del cerebro. Al parecer, el volumen cerebral alcanza su pico máximo hacia los 20 años, para luego iniciar una caída lenta pero gradual. Algunas estructuras cerebrales resultan más afectadas que otras; por ejemplo, hacia los 40 años se ensanchan los surcos y hay dilatación ventricular.
Los déficit en la memoria se relacionan con pérdida de la plasticidad del sistema nervioso, atrofia cortical, arterioesclerosis, etc. En apariencia, las áreas cerebrales más susceptibles al envejecimiento son el hipocampo y los lóbulos frontales; por otro lado, otras áreas de la corteza, como los lóbulos occipitales, permanecen sin cambios. En general, el envejecimiento produce, además de muerte celular, cambios dentro de la célula, y también aparecen placas seniles y husos neurofibrilares. En el proceso de envejecimiento cerebral se reducen también las concentraciones de neurotransmisores tales como la acetilcolina, noradrenalina, serotonina y dopamina.

Referencia
Ardila, A y Rosselli, M. (2011). Neuropsicología Clínica. México: Manual Moderno.

Dr. Félix Piñerúa Monasterio

No hay comentarios:

Publicar un comentario